Los que nos damos de topes en la pared por la situación escolar en México, podríamos consolarnos con el hecho de que el problema es universal: en todas partes los críos son perezosos, malcriados, inmersos en la cultura del mínimo esfuerzo y proclives a tirarse en la hamaca. Informes de la UNESCO dados a conocer esta semana nos dicen que el fenómeno del fraude académico, lo que en mis tiempos se llamaba copiar, se ha extendido por todo el planeta.
Para acabar de fruncir lo arrugado, en no pocos países de Europa Occidental y en algunas regiones de los Estados Unidos, el sistema educativo se enfrenta a la variedad de orígenes étnicos, lingüísticos y religiosos de los alumnos. Lo cual puede causar numerosas fricciones y malos entendidos.
La presencia de poblaciones musulmanas cada vez más numerosas en diversos países de Europa ha llevado a las autoridades de cada nación a enfrentar los problemas como Dios (o Alá) mejor les da a entender.
Así, Francia decidió quitarse de historias prohibiendo todo tipo de manifestación externa de culto en las escuelas públicas. Así, ni las musulmanas podrían portar velo, ni los cristianos crucifijos notorios, ni los judíos su yarmulka. Nada de mensajes religiosos visibles.
En Gran Bretaña no se metieron en líos con lo religioso, pero se decidió instaurar el uniforme y prohibir todo tipo de joyería para “igualar” la posición social de los educandos. Se supone que el vestirse y verse iguales promueve la estabilidad social y quizá el maestro pueda terminar una clase sin ser amenazado con un cuchillo.
En base a esas leyes, hace unas semanas se le pidió a una adolescente de 16 años que se quitara un anillo que insistía en portar en el dedo medio de la mano derecha. La muchacha alegó que se trataba de un “aro de la pureza”, un símbolo de su compromiso cristiano de guardar su virginidad hasta la noche de bodas.
Este tipo de joyas, al parecer, no sólo representa muestras de resolución, sino que sirve para espantar a chiquillos babeantes y lujuriosos. Las muchachas que portan esos adminículos ya están diciendo de antemano que nomás nones.
El caso es que la muchacha elevó su queja al más alto tribunal británico, alegando que el “aro de la pureza” se trata de un emblema religioso y por tanto está protegido por la ley. Y que si a las chicas musulmanas se les permite andar entrapajadas, ¿por qué ella no va mostrar su voluntad de mantenerse virgen, según los dictados de su religión?
Como era de esperarse, varios grupos cristianos se pusieron del lado de la muchacha. Alegan que cada nueva ley es un embate contra las tradiciones cristianas, sobre las que se construyó la identidad británica.
En todo caso, una nueva muestra de lo contenciosa que se ha vuelto la vida social europea... y en la escuela, ese campo de batalla moral por excelencia, mucho más.