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El comentario de hoy

Francisco Amparán

A unos días del segundo aniversario de los atentados en el sistema público de transporte en Londres, los británicos volvieron a llevarse un susto de ésos que provocan males gástricos. Dos carros-bomba fueron desactivados en plena capital de Inglaterra, y un par de fanáticos embistieron con un automóvil el aeropuerto de Glasgow. Excepto por uno de los bombarderos suicidas que procedió a inmolarse luego de fallar en su objetivo de volar la terminal, no hubo muertos ni heridos que lamentar.

Aunque no se conocen los detalles, al parecer los arrebatados de Glasgow formaban parte del mismo grupo que instaló los carros-bomba en Londres. Así pues, estamos hablando otra vez de una red de islamistas capaces de todo, empeñados en castigar al Occidente cristiano por ofensas reales e imaginarias. De nuevo, los objetivos de los carros-bomba eran “blandos”, lugares no muy protegidos ni vigilados.

Lo que llama la atención es la capacidad de reacción de las fuerzas de seguridad británicas, infinitamente más eficaces que sus contrapartes norteamericanos. Según reportes, la Policía ya estaba preguntando por los bombarderos de Glasgow unos minutos antes de que se estrellaran en el aeropuerto. O sea que ya andaban tras sus huellas.

Ello se debe, en parte, al funcionamiento del sistema de monitoreo de las calles más avanzado y penetrante del mundo. Muchas de las calles de las principales ciudades británicas están vigiladas por cámaras de video que registran todo lo que en ellas ocurre, las 24 horas del día. De esa manera, revisando horas y horas de videotape es posible detectar personas y vehículos sospechosos.

Que a uno lo estén observando cámaras mientras pasea al perrito o sale a disfrutar el infernal clima de las Islas, le puede resultar incómodo a muchas personas. Se habla de una cultura del Big Brother, donde la gente es vigilada en todas las instancias de su vida pública. Algunos se quejan de la manera indiscriminada en que se viola la intimidad de ciudadanos perfectamente inocentes. Pues será el sereno, pero el sistemita les ha funcionado a los británicos. La muestra está en cómo las fuerzas de seguridad ya le estaban respirando en la nuca a los bombarderos de Glasgow.

En lo que se conocen más detalles de todo este asunto, las agencias de seguridad de otros países observan con atención la manera tan eficaz en que se pudo prevenir una auténtica catástrofe. No que todo sea imitable ni mucho menos, empezando porque sobrarían lugares en que la raza se robaría las cámaras. Pero ciertamente muchas agencias que tienen más dinero y recursos podrían aprenderle algo a los bobbies ingleses.

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