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El comentario de hoy

Francisco Amparán

Los recientes atentados a los ductos de suministro de combustible de Pemex en Guanajuato y Querétaro han prendido focos rojos por todos lados. Y constituyen un episodio muy extraño, si se le ve desde distintas perspectivas.

Empezando con la información de botepronto que dio el Gobierno sobre el primer incidente: que se trataba de un acto no-voluntario, producto de una falla o la tradicional “ordeña” del ducto. Sólo cuando ocurrieron las explosiones en Querétaro se habló de un atentado. ¿Por qué tratar de ocultar la verdad, en una época en que la prensa mete las narices en dondequiera? ¿O realmente creían que se trataba de un accidente? En todo caso, mal quedó el Gobierno Federal con el manejo que le dio a esa información. Y en una cuestión realmente elemental.

Por otro lado, el Ejército Popular Revolucionario reivindicó la autoría de esas acciones. El EPR prácticamente había desaparecido del mapa desde hace diez años, luego de aparecerse como fantasma en la ceremonia del primer aniversario de la matanza de Aguasblancas. Hasta Cuauhtémoc Cárdenas, presente en la misma, se había desconcertado al ver surgir de la niebla serrana a una guerrilla muy bien planchadita, con un discurso rancio e inconexo. Luego de algunas acciones violentas, entró en receso y se dijo que había sufrido múltiples divisiones. La cuestión es que, después de casi una década de inercia, el EPR reaparece y haciendo mucho ruido. La realización de esos sabotajes requería mucho dinero y preparación. ¿Luego de tanta inactividad, salir con un golpe tan espectacular? ¿Es eso creíble?

Más aún: el EPR presenta los atentados como maneras de forzar al Gobierno (al que califica, para variar, de ilegítimo) a presentar a dos de sus miembros desaparecidos en Oaxaca, feudo de ese señor de horca y cuchillo que se llama Ulises Ruiz. Pero los parientes de los desaparecidos niegan que éstos hayan tenido nada que ver con el brazo político del EPR. Y sus nombres no aparecían en ninguno de los largos listados de víctimas del primitivismo político oaxaqueño. Por supuesto que de Ulises Ruiz podemos creer cualquier cosa. Y es posible que un activista le oculte a su familia sus nexos con grupos subversivos. Pero que ésta sea la primera vez que salte esa liebre, la verdad, resulta muy extraño.

Además, causarle daño a la infraestructura nacional es todo lo contrario de lo que el EPR alega en sus comunicados: se afecta a la oligarquía, sí, pero sobre todo a los bienes de la nación por la que se supone están peleando. Y le pegan a una de las vacas sagradas de la izquierda, Pemex. Además, ¿no es desmesurada la acción en relación con la pretendida demanda?

Como se puede ver, hay muchas cosas raritas en todo este asunto. Y lo malo es que, tras mucho tiempo de no pensar siquiera en la guerrilla, los acontecimientos recientes han introducido un nuevo elemento de crispación. Si de por sí...

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