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El comentario de hoy

Francisco Amparán

Esta semana puede hacer explosión una crisis que se ha venido gestando en un país paupérrimo y crónicamente mal gobernado del centro del continente africano: Zimbabwe.

Este país nació oficialmente a la vida independiente en 1980, cuando el Gobierno de la minoría blanca le dejó el poder al líder de un movimiento insurgente negro, Robert Mugabe. Echando cuentas, de esto hace ya sus buenos 27 años.

El problema es que el actual presidente de Zimbabwe es... Robert Mugabe. Como suele ocurrir con estas cosas, quien dirigiera la lucha por la libertad de su pueblo, a fin de cuentas terminó convirtiéndose en dictador. Y uno que muestra cada vez más su vocación de chivo en cristalería.

Las medidas económicas de Mugabe a lo largo de todo este tiempo han resultado un desastre. Y como también suele ocurrir, el tirano ha buscado a quién echarle la culpa... lo que no hace sino agravar la situación. Por ejemplo, una de sus medidas populistas, expulsar de su tierra a los blancos que aún tenían campos agrícolas, ha resultado una auténtica calamidad: los rendimientos han descendido vertiginosamente y un país que tiene todo para ser autosuficiente en el campo alimentario, ahora está al borde de la hambruna.

Pero Mugabe no parece haber aprendido y sigue viviendo en el mundo de la fantasía en el que la realidad tiene que rendirse ante sus descabelladas teorías.

La última medida, puesta en efecto la semana pasada, fue ordenar por decreto que los precios de todos los bienes sean rebajados a la mitad. Todos. No importa que con ello fabricantes y comerciantes tengan que vender por debajo del costo de producción. No. Según Mugabe, así los productos estarían al alcance de los consumidores más pobres. Y disminuiría un poco el ritmo de la inflación, que alcanza el 4,500%. Sí, leyó usted bien. La inflación de Zimbabwe es de 4,500%, la más alta del mundo.

Como era de preverse, la medida de poner todo a la mitad ha llevado a una escasez espeluznante. ¿Quién va a querer vender perdiendo dinero? Ahora la población se enfrenta a la inexistencia de muchos bienes de primera necesidad... eso sí, lo inexistente está a mitad de precio.

Por supuesto, hasta un economista del PRD hubiera sabido que ése era el resultado esperable de una medida tan insensata. Pero como el buen Mugabe no tiene a nadie en su entorno que le comunique la cruel realidad, éste siguió adelante con esa orden irracional.

Ahora Zimbabwe está al borde del hambre y el estallido social. Claro que, como ocurre con ese tipo de dictadores, Mugabe cuenta con fuerzas de seguridad y grupos paramilitares que apuntalen su régimen. Pero quién sabe cuánto pueda aguantar. El horno no está para bollos y quizá uno de los dictadores más longevos del continente africano esté viviendo sus últimos días en el poder. Digo, ya va siendo hora de que ahueque el ala... por el bien del sufrido pueblo de Zimbabwe.

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