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El comentario de hoy

Francisco Amparán

Los mexicanos podemos estar satisfechos: de acuerdo a un informe reciente del Banco Mundial, estamos a media tabla en lo que a corrupción se refiere. De hecho, según ese reporte, México es menos corrupto que Perú y Argentina y sólo un poquito más que Brasil.

¿Quién mide eso? Bueno, el rating nace de la opinión de varios miles de entrevistados en todo el mundo. Claro que cada quien habla de la feria según le va en ella, pero no deja de ser significativo un ejercicio de ese tipo.

Los países que son percibidos como menos corruptos en Latinoamérica vienen siendo Costa Rica, Uruguay y Chile. Los que son vistos como más corruptos en este hemisferio son Haití, Venezuela y Paraguay.

El dato no debería sorprendernos. Haití tiene décadas viviendo en la anarquía, con múltiples cambios en el Gobierno, intervenciones extranjeras y el nivel de vida más bajo del continente Americano. En tanto que Paraguay ha sufrido numerosos desajustes desde que terminara la larguísima dictadura de Stroessner.

Lo que brinca inmediatamente es la presencia de Venezuela entre los más corruptos de nuestro continente.

El porqué de esa percepción tiene que ver, en parte, con el régimen que los venezolanos se cargan desde hace ocho años: como suele ocurrir con los gobiernos demagógicos, que dicen hacer todo por el pueblo, Hugo Chávez y sus sicofantes han propiciado las tranzas y la deshonestidad. Un país que, en la práctica, sólo produce petróleo, telenovelas y concursantes de certámenes de belleza y en el que la rendición de cuentas brilla por su ausencia, es terreno fértil para la corrupción.

Si a ello le añadimos que el régimen de Chávez mete las manos en todo tipo de actividad, desde la extracción de hidrocarburos hasta la creación de gallineros multifuncionales (¡en serio!), que Venezuela sea percibido como uno de los países más corruptos no debería sorprendernos.

De hecho, la historia nos dice que los gobiernos populistas, los que se dicen entregados a los más pobres, suelen incubar inmensas corruptelas. Nada más acuérdense de las riquezas de los Ceasescu en Romania o los miles de pares de zapatos de Imelda Marcos en Filipinas.

Por lo pronto, algunos países ya pusieron el grito en el cielo por el lugar que ocuparon en la lista del Banco Mundial. Rusia, China y Argentina, por ejemplo, mostraron rápidamente su enfado por ser señalados como particularmente corruptos.

Y nosotros los mexicanos, ni sudamos ni nos acongojamos. Quizá hasta soltamos un suspiro de alivio… por no haber quedado más arriba.

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