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El comentario de hoy

Francisco Amparán

Un final feliz

Siendo como son tan pocas las buenas noticias en este pobre mundo nuestro, habría que congratularnos por encontrarnos con un final feliz. Y ese broche de oro no es baba de perico ni moco de pavo: se trata de la conclusión de un periodo larguísimo, de una situación terriblemente compleja, de un conflicto que ensangrentó y desgarró a una comunidad durante décadas. Esta semana se anunció la salida del último destacamento del Ejército Británico del Ulster, de Irlanda del Norte, luego de casi cuatro décadas de presencia en ese rincón de la Isla Esmeralda.

Los radicales de siempre hablarán de la evacuación de un Ejército de Ocupación. Así lo catalogó, durante mucho tiempo, buena parte de la población católica de esa parte del Reino Unido. Siendo sinceros, algo había de eso. La gente de mi edad recordará aquellas sombrías fotos de los años setenta de las sucias calles de Belfast, con niños chorreados y de mirada rencorosa y el infaltable comando británico de guardia en la esquina de la cuadra. La imagen era la de una sociedad en pie de guerra, con la presencia de soldados que, de alguna manera, uno veía no tenían nada qué estar haciendo ahí.

Por supuesto, Su Majestad Británica decía que sí tenían qué hacer y mucho: resguardar la seguridad y los derechos de la mayoría protestante de Irlanda del Norte, enfrentada al terrorismo y el hostigamiento del Ejército Republicano Irlandés, organización clandestina que luchaba para que el Ulster se uniera con la muy católica República de Irlanda.

Esa lucha soterrada dividió profundamente a una comunidad que nunca estuvo muy unida que digamos; provocó atrocidades y actos terroristas de ambos bandos; afectó al sistema legal inglés, que metió patas de veras inconcebibles; dejó más de 800 muertos oficiales y quién sabe cuántos más con el corazón roto e hizo de Irlanda del Norte una de las regiones más deprimidas y con mayor desempleo de la Comunidad Económica Europea. No por nada los viejos de la región se refieren a esa época como The Troubles, Los Problemas.

Por fortuna ambos bandos fueron cayendo en la cuenta de que la violencia no conducía a nada, que el ciclo de venganzas y contravenganzas debía romperse. Y hace diez años, las partes finalmente llegaron a una serie de acuerdos a largo plazo, graduales, pero eficientes. Los cuales parecen haber llegado a una positiva culminación con la formación de un Gobierno de Unidad para el Ulster, hace unas semanas y la salida definitiva de la última unidad militar británica, en estos días. Por eso decíamos que un final feliz como éste hay que celebrarlo. Ese tipo de conflictos no suele tener conclusiones así. Nada más pregúntenle a los vascos sobre la furia homicida y estúpida de ETA…

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