400 del patíbulo
Antes de que termine este mes, muy probablemente el estado de Texas ejecutará legalmente al condenado número cuatrocientos, en veinticinco años. En el cuarto de siglo transcurrido desde que Texas restableciera la pena de muerte, en 1982, en ese gran estado han pasado por la pena capital 398 personas. Y hay varias ejecuciones programadas para agosto. Así que el número redondo no tardará en llegar.
Como contraposición, el estado que le sigue en este lúgubre récord es Virginia Occidental, con 98. O sea que Texas lleva el cuádruple de ejecuciones que el estado en segundo puesto en esta triste clasificación.
Por supuesto el suceso, cuando ocurra, volverá a encender los debates en relación con la pena de muerte, su viabilidad ética, su eficacia disuasoria, sus connotaciones morales. Pero también, obligará a que se ventile públicamente la pregunta obligada: ¿por qué tanto reo de muerte en Texas? ¿Por qué ese estado parece más proclive que los demás a mandar a los presos al cadalso? ¿A qué se debe esa aparente anomalía estadística?
Los argumentos para explicar el asunto van de lo cultural a lo religioso y lo sociológico. Algunos comentan que en Texas se combina el Viejo Sur racista y el Salvaje Oeste, con su tradición de justicia rápida, expedita y durísima.
El ingrediente racial no puede ser desestimado: el 40% de quienes están en capilla en Texas son negros, siendo que sólo el 12% de la población estatal se halla ubicada en ese grupo étnico. Y estadísticamente está demostrado que los jurados tienden a darle la pena capital con más frecuencia a los condenados negros que a los blancos… incluso por los mismos delitos.
Otros indican que las principales denominaciones religiosas en Texas ponen mucho énfasis en la cuestión de la responsabilidad individual como elemento fundamental para la salvación. De manera tal que, pagar con la vida un crimen particularmente nefasto, no es sino la conclusión lógica de esta ética de la responsabilidad.
No falta quien alegue que, desde que la ejecución se realiza con inyección letal (en vez de usar la horca, la cámara de gas o la silla eléctrica), los jurados se sienten más cómodos en apoyar las ejecuciones… que ahora son menos impresionantes y no dejan tanto batidero.
Lo que sí es que, echando cuentas, en Texas se ejecuta a un prisionero y un tercio por mes. Sí, ya sé que está difícil ejecutar a un tercio de condenado. Pero lo impresionante es que, en promedio, no hay mes en que no funcione esa maquinaria de la muerte. Como que algo anda muy mal si ésa es la manera en que una sociedad confronta a sus demonios.