Una historia de tesoros
Es uno de esos sueños guajiros que la gente común y corriente nos podemos permitir de vez en cuando: imaginarnos sacándonos la lotería, recibiendo la herencia de una tía lejana cuya existencia de plano desconocíamos, encontrando un tesoro formidable… La mayoría nos imaginamos la vida de maharajás que llevaríamos y luego retornamos a poner los pies en la tierra. Y tan tan.
Pero ¡ojo! Hay gente que, de hecho, pretende hacer realidad al menos una de esas ensoñaciones. Nos referimos a los buscadores profesionales de tesoros. Los cuales, créanlo o no, suelen tener más éxito que lo que uno podría imaginarse. Especialmente si se trata de profesionales fogueados y que utilizan lo último en tecnología.
Ahora bien, encontrar el tesoro suele ser sólo el primero de los problemas de esos cazadores de fortunas. Luego viene el trabajo de sacarlo de donde se encuentra y ponerlo a buen recaudo. Pero después empiezan los verdaderos líos, cuando meten sus narices los gobiernos, locales o nacionales, que alegan tener derechos sobre las riquezas encontradas.
En estos días el Reino de España metió una demanda en una Corte de Tampa, Florida, para exigir que una compañía norteamericana de salvataje entregue la fortuna en oro y plata que, alegan los españoles, sacaron de un barco de Su Majestad Española. Que no por estar hundido y porque Su Majestad ahora se llame Juan Carlos y no Felipe V, deja de ser suyo.
España sospecha que los gringos dieron con un célebre naufragio: el del galeón “Nuestra Señora de las Mercedes”, que se hundiera cerca de Gibraltar hace tres siglos, llevándose consigo varias toneladas de monedas de oro y plata procedentes de América. España alega que tanto el galeón como su carga son suyos, dado que era un navío de la Corona, no uno particular con el que se podría aplicar aquello de “lo cáido, cáido” y “matanga dijo la changa”. Además, según España, el naufragio se encuentra en aguas territoriales españolas… lo cual no puede probar porque, para acabar pronto, los rescatistas no han revelado la ubicación del naufragio, según ellos para proteger los restos de los gandallas destructores de siempre. Vaya, ni siquiera han confirmado que se trate del “Nuestra Señora de los Remedios”.
Por supuesto, lo que ocurra en la Corte de Tampa será sólo un paso en el galimatías legal en que suele convertirse este tipo de casos, que pueden alargarse durante años y años. Así que no esperen de pie el ver en qué termina todo esto.
Y por cierto, si seguramente el oro era de Perú, y la plata de Nueva España, ¿no podríamos meter en esto nuestra cuchara? Digo, de perdido para hacer ruido y recordarles a todos que esas riquezas salieron… de aquí.