ENLACE como prueba… de nuestro fracaso
Los resultados a nivel nacional de la prueba ENLACE, que se le aplica a millones de estudiantes de primaria y secundaria, son realmente deprimentes. Tres de cada cuatro de esos niños y muchachos o no dan el ancho, o apenas la libran en términos de conocimientos y habilidades. Si de por sí somos un país de segundo de secundaria (el nivel educativo promedio es de ocho años), ahora resulta que las nuevas generaciones, aunque están estudiando más años, para maldita la cosa que les está sirviendo.
México le dedica a la educación un porcentaje mayor del Producto Interno Bruto que muchos países más prósperos y competitivos. Pero ello no se refleja en donde debe importar: en la productividad, la competitividad, la generación de empleos y el aumento en los sueldos y nivel de vida. La conclusión obvia es que estamos haciendo muchas cosas terriblemente mal.
Peor aún, las hemos estado haciendo durante mucho tiempo y no corregimos el rumbo. Como ocurre con tantas otras cosas que están hundiendo a la nación, en vez de observar qué ha funcionado en otras partes del mundo, seguimos mirándonos el ombligo y aferrándonos a rancios usos y costumbres que nada tienen qué hacer en el Siglo XXI. Ah, porque aunque muchos parezcan ignorarlo y para su información, ya estamos en el siglo XXI.
Parte del problema radica en el decrépito y corruptísimo sindicalismo que premia a los lacayos del engendro gordillista (así sean unos perfectos inútiles), inhibe toda creatividad y deseos de mejorar y está encasillado en la más primitiva politiquería. El sindicato de maestros se niega a que sus miembros sean evaluados. Lucha con uñas y dientes para evitar que los aumentos y promociones sean en base a desempeños y no al escalafón y al servilismo de eunucos hacia los esbirros de la supuesta-maestra Elba Esther. Vaya, algunos de sus líderes se han manifestado abiertamente en contra la enseñanza extensiva de la computación en las escuelas públicas “porque los niños se pueden agringar”. Si ésos son los luminosos maestros, si ésa es su visión de las cosas, no nos extrañe el fracaso que somos como nación.
Con otra: la prueba ENLACE muestra una notable diferencia estadística entre el desempeño de las escuelas privadas y las públicas. Estas últimas, las que pagamos entre todos con nuestros impuestos (bueno, el 11% de nosotros que los pagamos), están en la lona y eso es una desgracia nacional. La educación pública debería ser promotor y trampolín social, que permitiera a los más desfavorecidos avanzar, obtener mejores empleos que sus padres, subir en la escala socioeconómica. En cambio, la educación pública está condenando a sus egresados a la frustración y el desempleo.
Con tan miserables resultados, ¿habría que hacerle caravanas al endriago que maneja el SNTE como feudo personal? Y los maestros, ¿no pueden dejar de ser sus lacayos y dar ejemplo de dignidad, un ejemplo que bien les vendría a sus pupilos? Mientras sigamos cerrando los ojos a estas realidades, continuaremos sin poder salir del hoyo.