Otro escándalo sexual
Lo que en Estados Unidos se dio en llamar “la revolución conservadora” fue un movimiento sociopolítico que, en los años de Reagan, intentó modelar al Estado y la sociedad norteamericanas de acuerdo a la visión que de la vida tiene la derecha cristiana de ese país. Parte de ese movimiento fue impulsar las carreras de aquellos políticos que eran considerados “defensores de los valores tradicionales”… tradicionales, claro, para ellos. La oleada conservadora que llevó a Reagan a la Casa Blanca hizo que también el Poder Legislativo quedara en manos republicanas, y que la derecha cristiana tuviera un peso, influencia y poder muy por encima de sus números reales. Muchos candidatos republicanos hacían competencias a ver cuál era más apegado a la familia, más homofóbico, menos liberal. Todo con tal de allegarse el apoyo (y las contribuciones) de los fundamentalistas cristianos, que trataban de fijar una agenda legislativa a su modo.
A fin de cuentas la mentada “revolución conservadora” fue un petardo muy sonoro, pero poco eficaz. Viendo las cosas fríamente, en los lustros de dominio republicano en el Congreso norteamericano hubo pocos cambios sustanciales en las leyes importantes. Más aún, los usos y costumbres del gringo promedio no parecen haberse elevado mucho que digamos. Las tasas de divorcios, embarazos en adolescentes y muertes violentas entre los jóvenes siguen a la alza. Así que, qué brutos, qué exitosos los conservadores, pues para nada.
Otra explicación para el fracaso relativo de la derecha cristiana es que algunos de sus adalides se quemaron gacho con la raza. Algunos predicadores televisivos, por ejemplo, de los más vocales defensores de los altos valores familiares, cayeron en la ignominia y el ridículo al descubrírseles amantes piernudas y trácalas financieras.
Y en el Congreso las cosas no han sido diferentes.
Hace unos días, el senador republicano por Idaho Larry Craig renunció a su puesto. Y es que hace unos meses se había declarado culpable de conducta indebida, por un incidente en el baño del aeropuerto de Minneapolis, en el que estuvo involucrado un agente policiaco encubierto. Conociendo el escenario, ya puede uno imaginarse qué le pidió Craig al agente. Y no fue precisamente que le pasara el jabón.
Aquí lo interesante es que Craig siempre y hasta la fecha ha negado ser homosexual y de hecho, a veces era de los del ala dura conservadora en el Senado, la empeñada en acotar los derechos de la comunidad gay. Pero el haberse declarado culpable, en teoría para que el escándalo no llegara más lejos, fue razón suficiente para que estallara todavía peor y forzara su renuncia.
Así pues, otro pilar del establishment conservador se retira en desgracia por andar haciendo lo contrario que predicaba. Ciertamente la calamidad suele caerles más duro… a los hipócritas. No sé si algo así diga la Biblia. Pero si no, debería decirlo.