¡Seguro que pagamos los seguros! (Con dinero de los contribuyentes)
Ahora resulta que buena parte de nuestra inepta clase política, quizá por recargos de conciencia (si es que tienen), quiere asegurar a sus sufridos conciudadanos en contra de todo mal habido y por haber. Y no es exageración: a últimas fechas y en muy distintos ámbitos, la función pública parece radicar en expedir seguros a quien se deje. Y a quien no se deje, también.
Acá en Coahuila, el Profe Moreira (que sí nos cuida, aunque nos deje sin obras), ha puesto en marcha un programa de seguros contra accidente para todo tipo de estudiante, desde el infante que se raspa las rodillas durante el recreo en el Jardín de Niños “Oruguita”, hasta el prospecto a doctorado que choca su automóvil mientras se dirige a tomar sus lecciones. Por no decir nada de un estudiante taiwanés de intercambio, que desafío a la imprevisión y velocidad de los automovilistas laguneros y pagó las consecuencias. Hasta ese lejano-oriental, que estudia(ba) en una universidad privada de Torreón, pudo gozar de los beneficios de tan protector manto. Sólo esperamos que el hijo del Imperio del Centro (bueno, una sucursal) haya aprendido que, en esta tierra de salvajes, todo peatón debajo de la banqueta es blanco permitido y la temporada de caza no tiene límites.
Aquí entre nos, ese seguro de cobertura tan amplia resulta muy benéfico para los padres de familia que tienen que andar empeñando la licuadora cuando el crío se rompe una pierna jugando futbol en las empedrados canchas de nuestras escuelas. La cuestión es a cuánto nos va a salir, a quienes pagamos impuestos, el andar reparando los desperfectos de los atrabancados escolapios. Pero pase, pase. Siendo justos, éste es un seguro que podemos ver con buenos ojos.
Algo diferente ocurre con el seguro de desempleo que anunciara para los despedidos del DF el jefe de Gobierno de Chilangolandia, Marcelo Ebrard. Según los esbozos que dio del programa, quien pierda su empleo puede aspirar a una mesada de 1,500 pesos durante un semestre. Después, que se rasque con sus propias uñas. En teoría, ese monto impedirá que el recién despedido se vea tentado a incorporarse a la economía informal… sector de donde saca buena parte de sus votos y acarreados el PRD defeño. Ahora sí que no entendemos nada.
El buen Catón narraba hace años en estas páginas algunos cuentecillos que tenían como protagonista a un conocido suyo, puertorriqueño, que había vivido veinte años en Estados Unidos sin hablar inglés y sin haber trabajado un solo día. ¿Cómo? Pues gracias al seguro de desempleo gringo, el famoso Welfare, que cada día más está sometido a debate por aquellos lares… precisamente por la forma en que muchos abusan del mismo.
Habrá que analizar cómo pone en práctica su seguro de desempleo el carnal Marcelo. La verdad, huele a autopromoción electoral. Lo interesante va a ser ver cómo lo pueden pagar… y quién vigilará que el dinero no vaya a dar a los vivales de siempre… incluso alentados por el partido en el poder capitalino.