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Francisco Amparán

¿Una presidencia hereditaria?

¿Son mis nervios, o la Argentina es el único país del continente que tiende a crear dinastías republicanas? Claro que estoy dejando fuera de esta clasificación a Cuba, donde el poder pasó de hermano a hermano, por la sencilla razón de que allá no hay elecciones libres. Pero en el país del Plata, lo que hallamos es que la Presidencia de la República Argentina va a pasar de un marido a su cónyuge. Y para colmo, por segunda ocasión en la historia. Y claro, uno se pone a pensar qué tiene la atmósfera de aquella nación para inspirar sucesos tan extraños… y que, echando memoria, no auguran nada bueno que digamos.

Recordemos: la última (y única) mujer que ocupara la Casa Rosada, la sede del poder presidencial platense, fue Isabelita Perón. Esta señora heredó el poder de su marido, Juan Domingo Perón, cuando éste felpó en 1974; y eso, institucionalmente: ella había sido electa vicepresidenta, así que la sucesión ocurrió de acuerdo a todos los cánones constitucionales. El problema es que la mentada Isabelita no tenía la más remota noción de la política, la economía, la gastronomía, la astronomía ni la costura. Vaya, no tenía la más remota noción de nada. Pero el pueblo la había escogida como vicepresidenta y cuando su marido les jugó la broma siniestra de morirse, pues la chamba le tocó a ella.

La Presidencia de Isabelita fue un desastre absoluto, que condujo al cuartelazo de los militares, la Guerra Sucia y una crisis moral que, mucho me temo, continúa hasta la fecha. Así pues, el antecedente (marido presidente da paso a mujer presidenta) no es muy halagüeño.

Claro que el caso presente manifiesta características muy diferentes: Cristina Fernández de Kirchner no es ninguna Isabelita. Digo, al menos ha estado metida en política buena parte de su vida y con relativo éxito. Además, el domingo fue elegida por voto popular para encabezar el Poder Ejecutivo, no para acceder luego a él por vía indirecta. Y la señora Fernández de Kirchner ha sabido buscarse sus propios aliados y amarres.

Aquí lo interesante es que los mismos que criticaron ferozmente las intenciones presidenciales de la inefable Martita Sahagún, ahora no dicen ni pío de esta burda manipulación de los poderes constitucionales argentinos. Supongo que porque esta señora proviene del peronismo, cualquier cosa que eso sea en el siglo XXI. Y el peronismo sigue siendo una entelequia que fascina a no pocos analistas e intelectuales… que se creen sus propios análisis de una realidad que suele contraponerse a sus grandilocuentes ideas.

En todo caso, aquí sí que podemos hablar de una pareja presidencial. A ver cómo les va a los argentinos. Algunos dirán que peor que antes de Kirchner (el hombre) no les puede ir. Yo no estoy tan seguro. Por alguna razón, eso de que una pareja ande pasándose la banda presidencial como si fuera la mantequilla en el desayuno me da muy mala espina. A ver si la historia me desmiente.

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