¿Otra chachalaca?
Sin duda la comidilla de la semana en lo que toca a política internacional fue el apachurrón que el rey Juan Carlos de Borbón de España le puso a Hugo Chávez, en la Cumbre Hispanoamericana celebrada en Santiago de Chile. Como ustedes deben saber, Chávez creyó que se encontraba en su infumable programa de televisión “¡Aló, Presidente!” y se aventó una perorata sin mucha lógica ni concierto, en donde no dejó de llamar “fascista” al anterior presidente del Gobierno Español, José María Aznar. Ante eso, el actual mandatario hispano, José Luis Rodríguez Zapatero (que milita en el otro extremo del espectro ideológico) le pidió respeto al venezolano. Éste, con sus modales de carretonero, y al grito de “no hable cuando lo estoy interrumpiendo”, siguió con sus dislates. Hasta que Juan Carlos no aguantó más: le dijo a Chávez “¿Por qué no te callas?” y abandonó la mesa con cajas destempladas.
Por supuesto, el incidente resulta muy jugoso por varias razones: nada más para abrir boca, es la primera vez que recordamos a Juan Carlos saliéndose de sus casillas. El rey español siempre ha sido muy modosito, una estampa perfecta de la mesura. Ni siquiera cuando apareció por televisión para ayudar a abortar el Golpe de Estado de Tejero, hace ya un cuarto de siglo, se vio descompuesto. Así que de veras se necesita ser un tábano para exasperar a Su Majestad.
También es la primera ocasión en que alguien le dice públicamente sus verdades al Mesías Tropical venezolano. Varios de los asistentes a la Cumbre estaban ya bastante irritados por las intervenciones de Chávez, que siempre se colgaban de tiempo y no respetaban límites. Así que tengan por seguro que algunos de los circunstantes han de haber sonreído, y aplaudido mentalmente, el exabrupto de Juan Carlos.
Por supuesto, los latinoamericanos ya nos hemos venido acostumbrando a la forma y la frecuencia con que Chávez busca broncas y la hace de picapleitos. A lo mejor Juan Carlos no estaba vacunado contra la bravuconería chavista, y de plano tuvo que explotar.
En todo caso, resulta aleccionante para nosotros los de infantería que incluso en las más altas esferas, entre diplomáticos y testas coronadas, existan límites a la paciencia de gente cuyo oficio, por naturaleza, es sonreír mientras traga sapos.
Y claro, cada vez resulta más evidente que Hugo Chávez está perdiendo el piso, sin entender que sus bravatas no le aportan absolutamente nada a su pretendida revolución bolivariana. Más bien lo que hacen es asustar a más personas, tanto dentro como fuera de Venezuela. En donde, por cierto, la oposición a las reformas constitucionales chavistas ha venido ganando espacios y fuerza, especialmente entre los jóvenes. A ver cómo capotea ese obstáculo el necio, delirante presidente venezolano.