¿Epidemia de suicidios?
Hace un par de días, la cadena noticiosa norteamericana CBS dio a conocer los resultados de una investigación realizada por sus reporteros a lo largo de varios meses. ¿El tema de estudio? El índice de suicidios entre los veteranos de guerra gringos. Los hallazgos, según la cadena, son atarantadores: los soldados que regresan de cumplir su servicio militar tienen al menos dos veces más probabilidades de suicidarse que su conciudadano promedio. Más de cien veteranos se suicidan cada semana, lo que arroja una cifra alucinante: más de cinco mil suicidas cada año. Ojo: en cuatro años y medio en Irak, Estados Unidos ha tenido menos de cuatro mil bajas mortales.
El hallazgo de CBS parece apuntar a un hecho pasmoso: que la principal mortandad entre las Fuerzas Armadas que pelean la mentada “Guerra contra el terrorismo” no sucede en Irak ni Afganistán, sino en el mismo territorio norteamericano. Y lo que produce esas cifras de bajas no son los artefactos explosivos improvisados, sino las enfermedades mentales con que regresan del cumplimiento de su deber.
Por supuesto, habría que analizar fríamente la evidencia desenterrada por CBS. Y es que hay cosas que de veras sorprenden: ¿cien suicidios a la semana? Ello implicaría que en un estado como California (el más poblado) se daría, en promedio, casi uno diario. ¿Nadie habría captado antes semejante tendencia? Estamos hablando de suicidios dentro de un grupo de edad y de ocupación muy preciso. Digo, un patrón recurrente saltaría a la vista al primer o segundo año de guerra. Ése es mi punto de vista, y por ello tomaría el reportaje de la CBS con una pizca de sal.
Lo que sí, es que el debate que sin duda se suscitará por esas espeluznantes cifras, se sumará al que ya existe sobre el descuido y negligencia con que se trata a quienes están dispuestos a hacer el máximo sacrificio por su país. La Administración Bush ha estado sometida a fuego cruzado desde que se descubrieron las pésimas condiciones en que eran atendidos los heridos de Irak en el Hospital Walter Reed, el más grande para veteranos. De hecho, el Washington Post le dedica una sección cotidiana al asunto. Y ello se refería a cómo eran atendidas las heridas físicas. Pero ¿qué pasa con las mentales?
Todo veterano de toda guerra regresa dañado de ella. Unos más y otros menos, pero todos dañados. Ello, por la simple razón de que en una guerra siempre se experimenta la animalidad del ser humano, la degradación más grande, la liberación de los instintos más primitivos. Ésa es la naturaleza de la guerra, y nadie sale incólume. Quizá lo que ocurre hoy en día es que estas cuestiones ahora sí se ventilan. No recuerdo cuál de los grandes del género negro, Raymond Chandler o Dashiel Hammett (a ver quién me ayuda con el dato) fue obligado a cambiar un guión original para cine porque en la obra el asesino era… un veterano desquiciado. Y eso, un par de años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, estaba totalmente mal visto. Cómo cambian las cosas.
En todo caso, un nuevo elemento contencioso que se apila sobre esa malhadada aventura que es la guerra en Irak.
Y el martes 20 nos vemos a las 7:30 en el Arocena para la presentación de “XX: historia ligera de un siglo pesado”. Entrada libre.