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El comentario de hoy

Francisco Amparán

¿Aún se festeja la Revolución?

Creo que la pregunta que le da título a esta columna es válida, a pesar del puentotote que nos apuntamos de viernes a martes. Y es que, aún con día feriado y discursos de quinta categoría por parte de algunos funcionarios públicos de sexta, resulta pertinente preguntarse si en realidad hay algo que celebrar el 20 de noviembre.

Seamos francos: como tantas otras cosas, el festejo del 20 de noviembre fue uno de tantos inventos del PRI para justificarse y legitimarse. Dado que fue gracias a la mentada Revolución como llegaron al poder, los priistas tenían que mitificarla para explicar el por qué no lo soltaban, así pasaran décadas. De manera tal que crearon toda una parafernalia intelectual que le daba a la Revolución características que, en realidad, nunca tuvo.

En primer lugar, se festeja (bueno, es un decir) el arranque de una fase de ese agitado periodo: el de la revuelta maderista. Que fue, por decirlo de alguna forma, el proceso más benigno de la etapa: don Porfirio renunció a los siete meses, y la sangre derramada no fue mucha que digamos. El problema fue lo que siguió después: años y años de caos, anarquía, matanza y destrucción indiscriminada. La mayor parte del millón de mexicanos que murieron en la Revolución fenecieron después de que Porfirio Díaz partiera al exilio en el Ypiranga. Así que argumentar que ese desastre fue para derrocar a un dictador, es patentemente falso.

Por las mismas va la noción de que en ese periodo se movilizaron enormes masas para promover sus respectivos idearios. Las investigaciones serias que se han hecho sobre el periodo indican que en el movimiento armado participó una porción minúscula de la población. Al parecer, en ningún momento pasó del 5 por ciento la proporción de la ciudadanía que tomó las armas. La inmensa mayoría lo que quería era que la dejaran en paz, y que, ganara quien ganara, volviera la tranquilidad. Eso de que hubo una movilización masiva, impulsada por una ideología razonada y digerida, es una patraña más, creada por los gobiernos priistas y las películas de María Félix.

Y habría que preguntarse por qué se exalta a casi todos los participantes de la Revolución. Y es que tan héroes resultan ser Villa como Carranza, Obregón como Zapata, sin importar que unos quisieran matar a los otros. Más aún, se creó toda una mitología en torno a los caudillos derrotados, especialmente Villa y Zapata. La verdad, no sabemos si es cinismo o ignorancia el conmemorar los supuestos logros de este último. Estando en campo mexicano como está, ¿quién puede en su sano juicio decir que se cumplieron los ideales de Zapata? Y no me digan que lo que ocurre es culpa del neoliberalismo, o alguna paparrucha por el estilo: el ejido fue un fracaso desde el principio.

Así pues, la conmemoración de una supuesta revolución que en teoría mejoró a México parece más bien una entelequia que se mantiene por la fuerza de la costumbre… y porque nunca cae mal un “puente” en noviembre.

Ah, y hoy nos vemos a las 7:30 p.m. en el Museo Arocena para la presentación del libro en cinco tomos “XX: historia ligera de un siglo pesado”. Entrada libre.

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