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El comentario de hoy

Francisco Amparán

¡El diablo anduvo entre nosotros!

Una de las tantas herencias nefastas del presidencialismo imperial priista sirve, curiosamente, de solaz y esparcimiento para las masas. Es una especie de catarsis multitudinaria que, como la lucha libre, sirve para echar fuera vapor y destensar a la sociedad. Y es que el pueblo mexicano se ha vuelto experto en odiar a sus ex presidentes, echándoles la culpa de todos los males habidos y por haber, desde nuestras periódicas crisis económicas hasta el mal humor de la esposa y la temprana eliminación de la liguilla de su equipo favorito.

Y vaya que sabemos odiar a quienes durante seis años fungieron como dioses chiquitos. José López Portillo no podía pararse en un lugar público sin que la raza le ladrara, recordándole su promesa de defender al peso como un perro. Vicente Fox hoy pide esquina, no sólo acusado de corrupto y mandilón, sino de haber decepcionado de manera abrumadora las muchas esperanzas que tantos depositaron en él. Luis Echeverría se ha cuidado mucho de aparecer en público, luego de su desastroso sexenio, sabiendo lo que le espera.

Pero sin duda el ex presidente que tiene el récord de ser más denostado por sus compatriotas ha sido Carlos Salinas de Gortari. En parte porque la izquierda no le perdonó nunca la forma en que accedió a Los Pinos, mediante lo que ellos dicen fue un fraude gigantesco. En parte porque intentó modernizar a la brava a un país que se niega sistemática y consistentemente a ser moderno, al que arrastró gritando y pataleando al TLC y la apertura comercial. Y en parte porque las esperanzas que supo fomentar se derrumbaron unas cuantas semanas después de que dejara el poder, cuando el famoso Error de Diciembre.

Por supuesto, Salinas no ayudó mucho a su causa con su ridícula huelga de hambre de diez horas; o con la revelación de las tranzas de su hermano incómodo. O con su muy dorado exilio en Dublín. Ello explicaría las numerosas máscaras que con su efigie se volvieron el juguete de Halloween favorito durante varias temporadas.

Pero como siempre tenemos otros ex mandatarios a quienes detestar, y somos un pueblo más bien dado a olvidar los agravios del pasado, Salinas no sólo pudo regresar al país (cosa que no pueden hacer los huesos de don Porfirio), sino que ya se da el lujo de aparecer en público. Y en la compañía, nada menos, que de un gobernador priista.

A la chita callando, Carlos Salinas estuvo hace unos días en La Laguna, en el ejido Batopilas, recordando sus años mozos cuando coqueteó con el socialismo. Lo sorprendente fue que lo hizo acompañado del Profe Moreira, a quien no le pareció preocupar que se le viera en tan notoria compañía.

¿Qué conclusiones podemos sacar del asunto? ¿Salinas vuelve por sus fueros, ahora apoyado por las huestes de Elba Esther? ¿Moreira hará cualquier cosa con tal de que su nombre aparezca en la prensa nacional? ¿O fue un simple arrebato de nostalgia, al que se unió solidariamente el único gobernador que todavía le cree a Fidel Castro? ¿Todas las anteriores?

Quién sabe. Lo que sí es que quien muchos consideraban punto menos que el demonio, anduvo entre nosotros… y no pasó nada. Hasta el Santos ganó…

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