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El comentario de hoy

Francisco Amparán

¿Te llamas Jesús? ¡Sacrílego!

Continúan los choques entre el mundo moderno secular y laico, y el pre-moderno de las sociedades influidas o controladas por el integrismo religioso. Y en formas cada vez más bizarras.

El último caso ocurrió en Sudán. Ahí, una maestra de primaria de origen británico, que enseñaba en un colegio particular al que asisten europeos expatriados y sudaneses ricos, le preguntó a los niños de su clase (de siete años) qué nombre les gustaría ponerle a la mascota del salón, un osito de peluche. A los niños se les hizo fácil ponerle un nombre muy común y corriente, Muhammed. Y Muhammed (o Mahoma, como le decimos en castellano) pasó a llamarse el pachón plantígrado.

El problema fue que algunos padres de familia se sintieron ofendidos porque un juguete de peluche se llamara como el Profeta. Y se quejaron al Ministerio de Asuntos Religiosos sudanés… el cuál procedió a arrestar a la pobre maestra, por blasfema y andar atentando contra el Islam. Si mal le va, su castigo puede abarcar latigazos, multa y prisión.

Por supuesto, la diplomacia británica procedió a intentar defender a su compatriota. Y muchos analistas occidentales observaban (observábamos, dijo el otro) con estupor un caso que, de no ser por lo que le puede ocurrir a la mentora, se prestaría más bien a chacota.

Lo primero que se nos viene a la mente, luego de conocer los detalles del caso es: ¿son nuestros nervios, o no es cierto que un buen porcentaje de la población musulmana masculina del Medio Oriente, se llama Muhammed o alguno de sus derivados lingüísticos? ¿El gran boxeador Muhammad Alí es un blasfemo? ¿No tenían ese nombre dos o tres de los terroristas del once de septiembre? ¿Que un asesino se llame como el Profeta no es mal visto, pero es impensable en el caso de un oso de peluche? La verdad, no entiendo gran cosa.

Lo cuál, mucho me temo, le ocurre a la mayor parte del Occidente cristiano, en donde el nombre del Salvador es usado con relativa liberalidad dependiendo del contexto cultural. En Europa oriental (ortodoxa), por ejemplo, bautizar a un niño como Cristo (Hristo y sus derivados) no es nada raro… lo que sería impensable en el ámbito católico.

En tanto que en el mundo protestante, que alguien se llame Jesús les cae de cura. Un amigo mío así bautizado pasó las de Caín en Boston porque, mal decía su nombre, le preguntaban “Like Jesus Christ?” y se botaban de risa, quién sabe por qué. Quizá esperaban que caminara sobre el agua. O hiciera perder a los Patriotas. No sé.

El caso de la maestra del oso blasfemo ya se convirtió en uno más de los desencuentros entre las civilizaciones. Esperen conocer otros, muchos otros, en los próximos tiempos.

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