La imaginación en huelga
El mundo del espectáculo es uno de los más injustos, y ello por varias razones. Por un lado vemos cómo ganan fama y fortuna estrellitas cuyo único talento es contonearse y haber encontrado un cirujano plástico más hábil que el de la Maestra… lo cual, de acuerdo, no es mucho decir. Pero además, lo que esas estrellitas hacen y dicen está apoyado (de hecho, por lo general creado) por un ejército de personas cuyos rostros nunca se ven, y que a lo mucho aspiran a que su nombre aparezca en pantalla el tiempo y a la velocidad suficientes para que lo puedan leer sus madres y los cuates del barrio.
Particularmente injusto es el papel de los escritores y guionistas de teatro, cine y televisión. Ellos son los arquitectos de todo lo que ocurre en el escenario y la pantalla. Ellos crean las anécdotas, los personajes, las vueltas de tuerca que le dan su sabor a toda arte escénica. Pero quienes se suelen llevar las palmas, y buena parte del dinero, son actores y directores. Además de que, tradicionalmente, el artista de la palabra escrita no es muy querido por los empresarios y magnates, que lo ven como una especie de mal necesario, si bien le va.
Esta situación parece estar a punto de acabar; o al menos, de tener un punto de inflexión. Y es que los de la pluma se le están poniendo al brinco tanto a los de las cámaras, como a quienes manejan los dineros.
Probablemente el amigo lector se enteró de la bronca entre el guionista Guillermo Arriaga y el director Alejandro González Iñárritu, pleito que alcanzó niveles de amargo rompimiento entre quienes habían colaborado en un trío de películas enormemente exitosas. ¿La razón? Que Arriaga quería que se le diera crédito en la promoción de la película… en lugar de al director. O sea, que los cartelones dijeran: “Una película de Guillermo Arriaga”, en vez del acostumbrado: “Una película de González Iñárritu”. Parece cuestión de simple vanidad, pero escondido entre los gritos y sombrerazos está un asunto de simple justicia: sin el guión de Arriaga, “Babel” no habría existido. Punto.
Por otro lado, el Sindicato de Escritores para TV y Cine de Estados Unidos tiene ya varias semanas en huelga, exigiendo se les dé una tajada del pastel de las regalías por DVD’s e Internet, jugoso manjar que hasta ahora sólo se reparten estudios y cadenas. De nuevo, los que no dan la cara pero son los autores de las mafufadas de “Lost”, los escapes increíbles de “24” y los neuróticos enredos de “Esposas desesperadas”, quieren tener un lugar bajo el Sol. Y no sólo eso: que las toneladas de dinero que entran a la industria del entretenimiento chorreen un poquito más para tan sufrido y despreciado gremio.
Por simple solidaridad, esperamos que salgan avante. ¡Ánimo, y que vean dónde está realmente el ingenio y la imaginación! ¡Y que les duela!