¡Ahí venir los García!
Como muestra del crecimiento de la población hispana en los Estados Unidos, la Oficina del Censo de ese país hizo recientemente una revelación que resulta sorprendente: entre los diez apellidos más usuales en la Unión Americana, aparecen los muy latinos García y Rodríguez.
Efectivamente: García es el octavo apellido más común allende el Bravo, con más de 850,000 personas portándolo. En tanto que Rodríguez es el noveno más frecuente.
La cosa no se queda allí: Entre los 30 apellidos más favorecidos, hay otros cinco de origen hispano: Martínez, Hernández, López, González y Pérez. O sea que siete de los treinta tienen indudable origen latino.
Quizá el asunto no debería de sorprendernos: después de todo, y desde hace un par de años, los hispanos han sobrepasado a los afroamericanos como la principal minoría étnica de los Estados Unidos, constituyendo un 13% de la población. Una consecuencia obvia sería la presencia de los apellidos latinos entre los más usados.
Además, ese tipo de patronímicos se vuelven cada vez más conspicuos. Así, tenemos a un Alex Rodríguez haciéndoles de piedra el hígado a los aficionados de los Yankees de Nueva York; y a un Andy García actuando y dirigiendo en Hollywood desde hace ya buen rato.
En el futbol americano tenemos dos González dando la batalla: el veterano ala cerrada de Kansas City Tony González; y un novato receptor abierto de Indianápolis llamado, para colmo, Anthony González.
¿Y qué me dicen de Tony Romo, el mariscal de campo de los pedantes Vaqueros de Dallas? Aunque no habla una palabra de español, su ascendencia es mexicana, como lo denota el apellido.
Y de repente por ahí nos topamos con otros apelativos latinos en el más norteamericano de los deportes… y el aparentemente más cerrado a los extranjeros.
¿Cuál es el apellido más común en los Estados Unidos? Sí, lo adivinaron: es Smith. 2.3 millones de personas lo portan. Le siguen patronímicos tan esperables como Johnson, Williams, Brown, Jones, Miller y Davis.
Así pues, en esto como en tantos otros ámbitos, nos hallamos que la influencia hispánica en el tejido social norteamericano se vuelve cada vez más notoria. El problema radica en los miedos irracionales que ello suele suscitar en ciertos ámbitos de la población de Estados Unidos. Y ya sabemos que el miedo y lo irracional no son buenos apoyos para las relaciones armónicas entre grupos de distinto origen… entre los García y los Smith.