Problemas constitucionales
Ya habíamos comentado en este espacio que Venezuela no es el único país latinoamericano en que se está contemplando revisar y transformar el entramado constitucional. Un proceso semejante se está llevando a cabo en otras dos naciones: Ecuador y Bolivia. No nos debe extrañar que ambas estén gobernadas por personajes que, como Hugo Chávez, creen que cambiando el entramado institucional se pueden deshacer muchos entuertos que tienen siglos de existencia.
Sin embargo, tal y como le ha ocurrido a Chávez, el proceso no ha sido nada terso, y está creando más problemas de los que pretende resolver. O al menos, así parece.
En Ecuador, el presidente Rafael Correa ya se agarró del chongo con la Asamblea Constituyente, porque cree que ésta se está tomando atribuciones que no le corresponden. No sólo eso, sino que amenazó con renunciar si el Legislativo no cesa de entrometerse en asuntos que, dice él, son de su exclusivo dominio.
Eso de andar amenazando con dejar los bártulos puede ser un arma de dos filos. Basta recordar que la presidencia ecuatoriana ha sido, por momentos, un juego de sillas musicales. Digamos que el puesto no tiene la imagen ni solidez que uno suele identificar con un Ejecutivo latinoamericano. En todo caso, Correa siempre tiene el recurso de decir que se le malinterpretó, y echarse airosamente para atrás. Digamos que las promesas de los políticos, los de todos lados, hay que tomarlas con una amplia dosis de sal.
Mientras tanto en Bolivia, Evo Morales se halla metido en un gran lío. Apoyado por los diputados del oficialismo, se ha dedicado a sacar adelante sus reformas constitucionales sin guardar mucho las formas, y en ocasiones violando flagrantemente las reglas y procedimientos del Poder Legislativo. La oposición dice que, al haber sido aprobadas esas leyes mediante chicanadas y procesos ilegales, éstas son inválidas. Y en ésas siguen.
Se supone que las Constituciones no son otra cosa que un pacto o contrato entre el Estado y la nación, entre gobernantes y gobernados, entre las instituciones y quienes se van a regir por ellas; de manera tal que el entramado social funcione con las menores fricciones que sea posible. Pero lo que estamos viendo en los casos de Ecuador y Bolivia es lo contrario: antes incluso de haberse promulgado, ambas Cartas Magnas se están convirtiendo en elementos contenciosos, desgarrando a las sociedades que deben ordenar, y provocando dimes y diretes que pueden desembocar en problemas mayores.
Una vez más se prueba que eso de querer cambiar a la sociedad a punta de leyes, no es muy buena idea. Especialmente, si una parte de ella no está segura de que los cambios sean para bien.