Agosto: Treinta años de que ¡El Rey vive!
Continuando con nuestro repaso del año que se está acabando, resulta que tuvimos un aniversario interesante en agosto. En ese mes se conmemoró el treinta aniversario de la muerte de El Rey, Elvis Presley. Esto es, si es que murió. O si usted cree que murió.
Lo que empezó como un simple chisme originado por lo dizque misterioso de su muerte, luego se convirtió en perpetua munición para los tabloides escandalosos, y ahora ya es una broma común: los avistamientos de Elvis en todas partes, y haciendo cualquier cosa imaginable (menos cantar): ¡Elvis descubierto vendiendo hamburguesas! ¡Elvis fue visto como tragafuegos de semáforo! ¡La mujer tarántula de la feria asegura haber sido concebida por Elvis hace veinte años! El muchacho de Tupelo, Mississippi, ha servido para maquilar toda clase de titulares amarillistas. Creo que muchos trabajadores de ese tipo de periódicos, a falta de algo qué contar, han salvado su chamba aprovechando tan providencial circunstancia.
Dejando de lado la chacota relacionada con su supuesta supervivencia, el fenómeno Elvis sí da qué pensar. Después de todo, es el muerto más rico de la historia. Sus discos se siguen vendiendo en cantidades tales que, año con año, suele estar entre los cinco cantantes que más dinero ganan… décadas después de haber colgado los tenis.
Además, de imitarlo se ha hecho toda una industria. Incluso hay convenciones internacionales de imitadores de Elvis… y a esa clase de especímenes uno puede topárselos en cualquier parte. No sienten la menor vergüenza, y para colmo suelen tener el mal gusto de tomarse en serio.
Así pues, ¿cuál es el secreto? ¿A qué se debe este fenómeno, que muchos podrían considerar desmesurado?
Claro, está la calidad de pionero de Elvis Presley. El surgimiento y evolución del rock ‘n’ roll hubiera sido muy distinta sin él. Su carisma, sus movimientos pélvicos, hasta su voz (lo que se suele olvidar) van a resultar fundamentales para que el rock se volviera lo que se volvió.
También está su aparente vida de príncipe encantado, que habita su propio castillo, su mansión de Graceland. En donde vivió con su princesa, la bellísima Priscila Presley… quien terminó engañándolo con su maestro de karate.
Y claro, está el triste espectáculo de su decadencia: los años y años engordando como cerdo, saturado de pastillas, sudando como caballo, cantando las mismas canciones de hacía cinco lustros, en casinos y tugurios. O las historias que circulaban sobre cómo sus guardaespaldas lo salvaron de morir ahogado cuando se quedó dormido y terminó con la cara dentro de su plato de sopa.
Sí, creo que ésa es la razón más importante para la vigencia de Elvis: su vida y triste fin nos recuerdan que la fama, la fortuna, no nos aíslan de la realidad. Y que ésta puede ser muy triste, incluso para un Rey.
De hecho, suele ser más triste para el Rey que para los plebeyos… que a pesar de todo lo admiramos.