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Francisco Amparán

Septiembre: Destino de pelota, ser aporreada

Continuando con nuestro repaso del año, nos hallamos que en septiembre se escribió el prólogo de una especie de tragedia griega deportiva. Y que tiene que ver con el hecho de que el mundo del deporte profesional se ha vuelto un auténtico circo de tres (o más) pistas. Lo que antaño era actividad de gente sudorosa, humilde y con la mirada puesta en un trofeo fácilmente desportillable, ahora es un negociazo que involucra no sólo a los atletas, entrenadores y dueños de los equipos; sino a abogados, subastadores y contadores expertos en cuestiones fiscales.

Todos esos ingredientes y más actuaron durante el mes de septiembre en la ópera bufa que se orquestó en torno al destino final de una pelota: aquélla con la que Barry Bonds bateara el jonrón que impuso la nueva marca de todos los tiempos en cuanto a número de vuelacercas en la vida de un beisbolista.

Como seguramente lo sabe el amigo lector, el récord de Bonds no fue universalmente festejado porque muchos suponíamos que durante varios años este señor se ayudó con sustancias que le daban ventaja sobre quienes no las usaban. Y eso en mi pueblo se llama hacer trampa. No importa que él niegue haber consumido esteroides voluntariamente. O que éstos no estuvieran prohibidos en esos tiempos. Muchos estábamos bastante, bastante disgustados con quién y cómo cayó la marca de Hank Aaron.

Pero el destino tiene sus formas de cobrarse cuentas pendientes. Y lo hizo en septiembre por lo que pasó con la mentada pelota.

Resulta que el aficionado que la cachó (que para colmo era fan de los Mets) decidió subastarla. Su argumento fue impecable: la oficina de impuestos de Estados Unidos le iba a cobrar un ojo de la cara simplemente por tenerla, de acuerdo a la estimación de lo que pudiera valer. Así que mejor la puso a remate. El comprador fue un diseñador con nombre de villano de película de Batman, Mark Ecko, quien pagó tres cuartos de millón de dólares por la esférica.

Aquí lo interesante es lo que hizo el señor Ecko: sometió a votación popular qué hacer con la pelota. En su página de Internet, uno podía elegir entre tres destinos posibles para la esférica: regalarla tal cual al Salón de la Fama del Beisbol en Cooperstown; o antes de hacerlo, pintarle un asterisco, simbolizando que al récord hay que tomarlo con una pizca de sal, y la-neta-la-neta no es tal; o enviar a Doña Blanca en un cohete espacial en cuanto haya lugar en un lanzamiento de la NASA. La votación favoreció la opción del asterisco. Y aunque la pelota no tuvo la culpa de nada, está bien que porte un estigma.

Para cerrar el año con broche de oro, los Gigantes de San Francisco se negaron a renovarle el contrato a Bonds. Y un reciente informe sobre uso de esteroides y otros mugreros, que ha conmovido a las Grandes Ligas, menciona a Bonds… más de cien veces. Lo dicho: el destino tiene sus formas de cobrarse cuentas pendientes.

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