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El comentario de hoy

Francisco José Amparán

La quincena pasada, la revista Rolling Stone conmemoró sus primeros cuarenta años de vida. Y lo hizo de manera bastante, bastante congruente. Digo, genio y figura, hasta la sepultura.

Para los neófitos (o seguidores irredentos de la Onda Grupera) hemos de aclarar que Rolling Stone ha sido una de las publicaciones más influyentes y prestigiadas en lo que a música popular contemporánea se refiere. Durante cuatro décadas ha sido referencia fundamental sobre todos los fenómenos musicales que se han producido en Occidente: desde el rock hasta el hip hop, de la onda punk a la melcocha de la música disco, Rolling Stone ha marcado la pauta de a qué ponerle atención en ese mundillo... y en otros.

Y es que, habiendo nacido en 1967, en plena Guerra de Vietnam, la publicación también ha clavado su pica en Flandes en la arena política. Y sus reportajes sobre greñudos y pasados se han mezclado cotidianamente con comentarios y críticas sobre la situación social y política de los Estados Unidos. Y para ello ha recurrido a algunas de las mejores plumas de la intelectualidad norteamericana.

De hecho, en su número de aniversario la revista se complace en decir que fue un factor (minúsculo, pero factor) para levantar conciencia e impulsar el fin de la Guerra en Indochina; en contribuir con su granito de arena para derribar a Nixon y en haber hecho lo correcto defendiendo a Bill Clinton del ataque predatorio de la extrema derecha, ataque ocasionado por sus pésimos gustos en cuestión de mujeres.

Para conmemorar esos cuarenta años de existencia, la revista despliega veinte entrevistas con personalidades que ya andaban dando la función en 1967. Éstas van desde viejas leyendas del rock como Bob Dylan, Paul McCartney y Mick Jagger; hasta intelectuales como Tom Wolfe y Norman Mailer, pasando por directores de cine como Steven Spielberg y ex presidentes como Jimmy Carter. Como tamales surtidos: de chile, de dulce y de manteca.

Lo que llama la atención de las entrevistas son tres cosas: cómo muchos opinan que, a pesar de las evidencias, la atmósfera y el espíritu de los sesenta siguen vivos en las nuevas generaciones. Y que la Presidencia de Bush, por ser la catástrofe que es, puede servir para reactivar muchas de las causas e ideales de aquellos años agitados e idealistas.

La otra cosa que llama la atención es que, al contrario de muchos de sus contemporáneos (conozco varios en Torreón), los entrevistados no se quedaron anclados en sus Años Maravillosos y admiten que muchas supuestas virtudes del hippismo, la cultura de la droga y el destrampe estaban sencillamente equivocadas. ¡Vaya, hasta Dylan suena de repente bastante cuadrado!

Y es que los años a veces vuelven sabia a la gente. Y a las revistas. A algunos y algunas, lo que sea de cada quién. A veces.

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