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El día del presidente

Gilberto Serna

En el reciente pasado los partidos de oposición montaban un espectáculo gritando a los cuatro vientos que el presidente no debería concretarse a leer su Informe en la tribuna el primero de septiembre, teniendo también la obligación de estar presente cuando, minutos antes, los representantes de los partidos, leyera sus comentarios a propósito del año transcurrido. Ahora Felipe Calderón Hinojosa se puede decir que les voltea el chirrión por el palito cuando propone no solo oírlos sino además dialogar acerca de los problemas nacionales con los diputados. Estos apenas se dieron a la tarea de mirarse a los ojos y mientras se hurgaban la nariz, con incredulidad se preguntaron ¿ora, pos éste que trai? Nunca habían encontrado tan franca respuesta. Ahora algunos comentaristas recuerdan como Porfirio Muñoz Ledo, sentado en su butaca de diputado interpelo o quiso hacerlo cuando el presidente Miguel de la Madrid leía uno de sus informes, lo cual ciertamente ocurrió. En lo que no se coincide es en que haya sido el primero en hacerlo.

En efecto, ya con anterioridad correspondió el honor al diputado coahuilense Edmundo Gurza quien levantándose de su asiento, con valentía y arrojo, un salón de sesiones atiborrado de invitados, logró por un instante detener la lectura que hacía de su informe el presidente José López Portillo para cuestionarlo, ante el evidente enojo de los circunstantes priistas que voltearon hacia el impertinente entre grandes muestras de desaprobación, que el ingeniero aguantó estoico, sabiendo que eso pasaría pues era la época en que la figura presidencial era sacralizada por la clase política y ¡guay! de aquel que se atreviera a interrumpir la tranquilidad que campeaba en el lugar. Nadie en los tiempos modernos se había atrevido a cometer tan tremebundo desacato. La ceremonia tenía todos los visos de ser una más en que el presidente era elevado a la categoría de deidad provocando aquella intervención el entorpecimiento del ritual, además de provocar casi una apoplejía en políticos, empresarios, militares y demás concurrencia por el asombro ante tal osadía, produciendo luego, un rechinar de dientes, mientras no faltaba el que a grito pelado pedía que el irreverente representante popular fuera expulsado del salón.

Pues bien, ahora es el propio presidente quien no sólo anuncia que acudirá a la sesión del Congreso sino que además propone un debate con los legisladores, de uno en uno o en montón, le da igual. Estando en la mejor disposición de discutir con sus interlocutores. Algo nunca visto. Los patos tirándole a las escopetas, en un reto que tomó de sorpresa a los diputados quienes manifestaron su rechazo, no muy convencidos de que fuera conveniente aceptar, así nomás como así, la oferta del presidente. Tamaña renuencia quizá se origina en que en el mapa político el presidente está a la derecha. Algo olieron los representantes populares que les lastima su orgullo. Se negaron a realizar el democrático ejercicio dialéctico previendo que haya más de un gato encerrado. Tal fue el destanteo que les produjo el ofrecimiento presidencial. No pensaron en ningún momento que tendrían a su disposición al presidente en un tira, tira donde podrían exponerlo al ludibrio público. ¿Qué mejor ocasión?, cuando las cámaras televisivas llevan a los hogares mexicanos las imágenes de lo que sucede en el magno evento.

Pero veamos con imparcialidad ¿qué hay detrás de lo que propone el Ejecutivo? ¿Una facilidad de palabra y un conocimiento profundo de los problemas sociales? ¿Se tiene un cuadro de soluciones a la complejidad de los problemas que afronta el país? Puede ser que sí o puede ser que no. Quizá ignore el peligro que entraña el salirse de lo previamente escrito para escuchar planteamientos que hagan los diputados de oposición. Eso sin contar que la polémica no se daría entre caballeros, sino entre belitres dispuestos a chocar sus espadas a la primera discrepancia. Bien, hay quienes piensan que lo que en realidad sucede es que, a un año de distancia, la Administración Federal no ha logrado remontar el vuelo teniendo necesidad de rescatar el reconocimiento popular. En fin, este primero de septiembre ojalá sea diferente, lo cual es de dudarse dada la beligerancia de un bloque de diputados que han acordado impedir que el presidente llegue a la tribuna. En pasada ocasión el presidente electo burló la estrategia de sus opositores penetrando al recinto por la parte trasera a rendir su protesta de Ley. Este septiembre veremos a un Felipe con la banda tricolor en el pecho, entrando a San Lázaro por el frente, a ver quién es el guapo que le cierra el paso.

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