Junto a su familia y guardaespaldas, Mijares tuvo que huir prácticamente de Cuatro Caminos, que se volvió un manicomio, previo a la pelea que sostendrá el lagunero ante el japonés.
TORREÓN, COAH.- No fue un día normal para Cristian Mijares, el ídolo del pugilismo lagunero tenía ayer al mediodía una cita con la temida báscula, aquella que le dio meses atrás más problemas que el propio Jorge “Travieso” Arce en San Antonio, Texas.
Para no perder la concentración, el campeón mundial optó por hospedarse a principios de la semana en el hotel sede de la función de box. La mañana del jueves 12 de julio fue especial, ya que esas dos libras (907 gramos) que le habían dado dolor de cabeza desde el pasado lunes, simplemente desaparecieron.
Cristian evitó al despertar, y con todas las precauciones posibles, esos traicioneros cambios bruscos de temperatura, los cuales le afectaron en abril pasado en el Alamodome, donde en su primer intento no pudo marcar el límite de los supermoscas, incluso ni desprendiéndose de su calzoncillo, hasta que encerrado en un automóvil y con la calefacción al máximo, pudo deshacerse de los 300 gramos que tenía de exceso.
Después de algunas caminatas ligeras, el púgil, con una cara reservada, observaba constantemente el reloj, contando los minutos para subir a la romana, ya que sólo era cuestión de tiempo y no de peso para salir adelante del compromiso, previo a la pelea contra Teppei Kikui.
Llegó el mediodía y tuvo que trasladarse al centro comercial Cuatro Caminos a bordo de una camioneta de los patrocinadores, siendo fuertemente custodiado por elementos de seguridad privada, que lo cuidaron tanto en el vehículo en el cual se encontraba como a bordo de otras dos unidades grandes y una pick up.
Ya con decenas de aficionados que fueron a presenciar el evento, Mijares hizo su aparición y el público literalmente se volvió loco. Hubo que esperar que las personas de la Comisión de Boxeo de Gómez Palacio y del CMB se pusieran de acuerdo para dar inicio a la ceremonia de pesaje.
Mientras esperaba su llamado, el monarca universal se dedicó de buena manera a autografiar playeras y tomarse fotografías con sus seguidores, aunque mostrando mesura, ya que su rival de ayer lo aguardaba y no era el japonés Teppei Kikui, sino la báscula.
El japonés subió a la romana y el sonido cantó 52.200 kilogramos, suficiente para aprobar el peso. Tocaba el turno al lagunero y no tuvo inconveniente alguno en la ceremonia de pesaje, incluso pesó menos del límite de la división.
Fueron tres gramos, algo mínimo e insignificante, pero que en el boxeo se transforman en un enorme sacrificio. El supervisor del CMB, Alberto Reyes, apuntó los 52.160 kilogramos que registró el lagunero en la balanza.
Después de las respectivas entrevistas con los medios de comunicación, empezó el caos en el inmueble, toda la gente quería saludar al campeón, por lo que no le quedó más remedio al púgil que huir del lugar, en medio de un espectacular dispositivo de seguridad.
Mientras era trasladado, Mijares con bebidas energéticas fue hidratándose, y en cuanto llegó al hotel comió a placer para recuperar peso y calorías, de las cuales privó a su organismo en los últimos dos meses. En su mayoría fueron papas fritas, hamburguesas y carbohidratos.
Por la tarde se encerró en su habitación y pidió no ser molestado. Sin dormir descansó las piernas, las mismas que le dan una velocidad espectacular arriba del ring. Como buen aficionado al futbol y a la Selección Mexicana, vio el partido del Mundial Sub-20 entre el Tricolor y el Congo.
Gusta por ver películas, pero ninguna en especial, previo a sus peleas, el género no importa, ya que las de motivación son parte del vivir diario del campeón.
Cristian duerme poco la noche anterior de sus combates, pero no hay preocupación, ya que hay muchas horas por delante para recuperarse en los “brazos de Morfeo”, aunque la adrenalina empieza a circular por su cuerpo, pues la emoción es grande por defender su campeonato a varios metros de su casa, en su querido Gómez Palacio.