Muchas de las ocasiones pensamos que la violencia doméstica es sólo un problema de personas desequilibradas mentalmente, o de individuos que vivieron en situaciones traumáticas y que los llevaron a actuar violentamente. En otras muchas de las veces confundimos el término violencia con agresión, y decimos que el esposo es agresivo con su esposa porque le gritó la golpeó.
Estas explicaciones al fenómeno de violencia son precisamente lo que lleva a que la violencia doméstica sea un problema de salud pública ya que estamos involucrados en una sociedad que no sólo encubre los eventos violentos sino los promueve.
Para empezar tenemos que definir a la violencia como el abuso de poder, sea éste real o imaginario, que ejerce una persona sobre otra. Poder real sería por ejemplo el padre que regaña al hijo en virtud de que lo tiene que educar y en realidad posee un poder sobre el hijo.
En cuanto al poder imaginario es el marido que le exige a su esposa “cumpla” con la obligación de tener relaciones sexuales bajo el precepto de que todos los hombres necesitan de esta relación. Es imaginario porque no es un poder real, sin embargo entramos en la situación social, que justifica el hecho de que el esposo le pida a la esposa tener relaciones porque en la mayoría de la población es aceptada esta conducta, pero no con ello deja de ser violenta.
El ser agresivo implica tener una actitud de iniciativa hacia la vida, que conlleva el tratar de superarse y no conformarse con lo que uno tiene, sino tratar de crecer en todos los aspectos sea éste espiritual, económico, etc.
El utilizar modos violentos de relación es el pan de cada día en nuestra sociedad, ya que no sólo lo vivimos en el maestro que regaña al estudiante haciendo uso de su autoridad, o en el conductor que no nos permite dar vuelta en un crucero a pesar de estar encendida nuestra direccional, sino lo vivimos diariamente en nuestras relaciones cotidianas y se justifica aduciendo que le llama la atención a su hijo para el bien de él, que no es violencia, sino educación y preocupación por el menor. Quien no ha escuchado por ejemplo la frase de “te pego, porque te quiero” o “me duele más a mí que a ti” con la que muchos de nosotros como padres educamos y guiamos a nuestros hijos.
Y desde luego no se trata de que no los guiemos y los eduquemos, sino que aprendamos a hacer esto de manera congruente, educando con el ejemplo y si siendo autoridad pero no abusar de ella ya que nos convierte no sólo en violentos sino en precursores de modelos violentos.
Considero que es necesario hacer conciencia de nuestra realidad y pensar si realmente nosotros no contribuimos a perpetuar la violencia como forma de resolver nuestros problemas.