Ingrata labor la del que escribe en los periódicos. Los temas no son nada tersos, tocarlos, aun con pinzas, trae como consecuencia la irritación del que se siente afectado por tal o cual comentario. Si se encomia a alguien con una buena razón, un manto de silencio cubre lo que se dice, pues es de pensarse que ha conseguido o está buscando una recompensa, cualquiera que ésta sea. No se puede creer que el elogio, si es tal, se haga por que es merecido. Si se critica los nervios del funcionario están a flor de piel, no está de acuerdo con lo que se dice considerando se está usando en su contra una diatriba y por lo mismo decide que no tiene nada que cambiar en su quehacer, originándose un malestar evidente en contra el atrevido tachándole de que no sabe de lo que habla, se reacciona con violencia verbal lanzándole duros dicterios. La cosa es que no quieren darse cuenta de lo que a voz en cuello se dice en la calle. Los oídos permanecen sordos a la opinión pública. Nada se hace por que lo que a los ojos de todos está a la vista, a los encargados de mantener el imperio de la Ley por encima de cualquier interés espurio.
De pronto la aplicación de la norma jurídica no es pareja. Por lo común motivos políticos impiden que la autoridad investigue, detenga y consigne. Fácil de decir, pero para los hombres en el Gobierno es el imposible de los imposibles.
Son tres los nombres que de momento se recuerdan: Arturo Montiel, ex gobernador del Estado de México, Mario Marín, gobernador en el Estado de Puebla y Ulises Ruiz, gobernador en Oaxaca. A Montiel ningún fiscal es capaz esculcarle los bolsillos. En el trasfondo del asunto se mueven intereses que impiden llamarlo a cuentas. Hay la creencia popular de que usó el poder político, que la ciudadanía le entregó, en su provecho personal, únicamente para enriquecerse. Se presume que las actuales autoridades de la entidad, de alguna manera, lo están protegiendo.
El gobernador, al que Kamel Necif, llamó precioso, prometiéndole dos botellas de cognac, sigue en su puesto no obstante la mañosa trama que urdieron para ?castigar? la osadía de la periodista Lydia Cacho, al haber denunciado en su libro acciones de pederastia. Tranquilo ya, después del susto que les provocó el que manos anónimas dieran a conocer una conversación indignante entre ambos, sigue al frente de la Administración estatal muy quitado de la pena.
Y el de Oaxaca, cuyo quehacer caótico produjo un estallido social recreándose en la destrucción de la economía del estado, escondiéndose ante los acontecimientos violentos, mostrándose como el emperador romano Nerón (37-68) sólo cuando concluye la conflagración. La única diferencia es que Ulises no tocaba la lira que pulsaba aquél, mientras la ciudad de Roma se consumía en el incendio que había provocado.
Tres nombres, tres monumentos a la impunidad, en una sociedad que no entiende otra cosa sino que hay un quebrantamiento del orden jurídico patrocinado desde las más altas esferas del poder público.
Los tres mandatarios estatales, uno cumplió su mandato y los otros dos aun conservan su feudo ante la incredulidad y asco de sectores comunitarios. Lo que todos se preguntan es ¿cómo ha de juzgarse la actitud de cualquier ciudadano que se ufane de transgredir el Estado Derecho?, ¿Con qué investidura ética los jueces pueden procesar y condenar la conducta de aquéllos? O todos rabones o todos coludos, dice el refrán popular. ¿De qué privilegio gozan los que se colocan al margen de la Ley desde un cargo público? Es un axioma común el de que las altas autoridades expongan que: ?Nadie fuera ni nadie encima de la Ley?, o sea, que la justicia aplicará sin distingos las penas que correspondan a quienes se han puesto al margen de la Ley.
El pueblo ve que eso ha influido en la descomposición social que los mexicanos estamos viviendo. La gente común mira los hechos y calla, guardando como en una casamata la pólvora que le están proveyendo.
Parecería que no pasa nada. Que nadie se da cuenta de lo que sucede. Que se aguanten pues para eso son pueblo, no tienen derecho a reclamar, ni tienen con qué componer las cosas. Hicieron un movimiento revolucionario que costó la vida de cien mil personas, para nada. Quienes se dijeron herederos de las lucha libertaria se sentaron por una larga temporada y el resultado ha sido el de la misma o más miseria para las clases sociales oprimidas. Justicia y paz social sólo para unos cuantos.
El pueblo actual se da cuenta de lo que ha sucedido y está esperando el momento. Lo malo es que los demás estamos paralizados. Sin atrevernos a alzar la voz. Dejando que otros hagan y deshagan. Estamos frente a una crisis social y nos volteamos hacia otro lado. Nada parece importarnos, como no sea el mantener nuestro statu quo.
El desajuste social no nos quita el sueño. Mientras podamos comprar el lujoso coche del año e irnos de vacaciones a Puerto Escondido, no hay ?purrún?. En el frío de estos días, que cala hasta los huesos, bastará llevarles cartón y unas cuantas cobijas. Nosotros, para sentirnos satisfechos, comeremos pavo recalentado del que quedó de la Nochebuena, degustaremos tamalitos con café de olla, azucarados buñuelos y ni hablar del bacalao noruego, además de los sabrosos romeritos -para chuparse los dedos-, mientras nuestros políticos nos dan grandes cantidades de atole con el dedo. A pesar de todo, deseo a los lectores un Feliz Año Nuevo, 2007.