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El éxito no se perdona

Patricio de la Fuente G.K.

El éxito no necesariamente significa poseer bienes materiales o dinero, relaciones de poder o índices de popularidad. Para mí una persona exitosa es aquélla capaz de influir en su entorno para buscar el bien de una comunidad, ésa cuyo legado traspasa barreras de tiempo y espacio. Éxito es serle siempre fiel a nuestros valores y principios, éxito es no darle demasiada importancia a las cosas grandes y gozar plenamente las pequeñas. Éxito es mantener a nuestra descendencia unida y cosechar a lo largo del camino un puñado de amigos dispuestos a rifársela con nosotros.

Pero sobre todo, lo más importante, el éxito es la congruencia plena entre el actuar y el decir. En mi experiencia, nadie más exitoso que mi padre en este último aspecto. Pocos quedan ya…

Lo triste y molesto del caso es que en México somos renuentes a aceptar la buenaventura del prójimo, observando con coraje cuando al vecino los vientos le son favorables. El primer ejemplo es Carlos Slim: desde la izquierda se fomenta una campaña de desprestigio en contra de un hombre emprendedor -probablemente demasiado rico- pero con el sentido patriótico para generar miles de empleos e impuestos y apostarle a México. Fuera ya la cantaleta de la oligarquía: sería muy conveniente tener veinte hombres más como él. Pero, ¿qué es lo que no le perdonamos? ...el que generalmente tiene razón.

No hemos superado quinientos años de “agachismo y postración ante el influyente: nuestras relaciones con el poder oscilan entre el amor y el odio. Nos intriga y a la vez fascina la existencia de la élite. Aplaudimos al político transexenal cuya vida raya entre el oropel y los reflectores, aunque secretamente aguardamos su declive. Al deportista lo elevamos al paraíso terrenal, rendimos culto a sus acciones, pero finalmente somos de piel sensible: Hugo Sánchez tiene todo el derecho de opinar, causar controversia y ser todo lo mamila que quiera. Lo sabe y lo dice: tenemos mentalidad de perdedores.

En la empresa el patrón es la encarnación de todos los males. Subsiste en la cultura laboral el “a éste me lo friego” olvidándonos que la cúpula tiene mucho que perder. ¿Dónde está la sinergia? ¿El jugárnoslas juntos para que así a todos nos vaya bien? Pero bueno, el “charrismo”, los malos sindicatos, son un cáncer enquistado en nuestra sociedad.

Sí, es duro de aceptar. En México los estímulos destinados a la promoción de nuevos valores son escasos y suceden dos cosas: están mal distribuidos y más de una vez caen en manos equivocadas. Llevo buenas relaciones con algunos artistas de diversas corrientes, gente talentosa cuyo destino ulterior debiese ser el éxito y la transición. Pero en fin, el error se repite: poner a alguien como Sari Bermúdez que de cultura sabe lo que yo de física cuántica, ello es una fórmula segura para el desastre.

Indudable que existen imponderables y obstáculos para llegar al éxito. Aquel ser grandioso es el que cae una y mil veces y ello no lo minimiza: es la pasión por lograr nuestras metas, motor, destino, fuerza indomable.

Para serte franco, lector querido, me encanta rodearme de gente exitosa. Personas que me alimenten, enseñen y guíen. Aquél cuyos fracasos o mediocridad los atribuye “al clima”, a “pobrecito de mí”, “es que todos me tienen mala voluntad”, “soy como soy porque tuve una madre distante”, merecen un espacio en cualquier telenovela. La autocompasión es un error de proporciones épicas.

Así pienso. Aplaudo el éxito y me congratulo por aquellos que lo han alcanzado. De entre los muchos sentimientos negativos que existen, aún no conozco la envidia.

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