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El fondo del Informe

Sobreaviso

René Delgado

Desde hace ya casi 20 años, agosto se pierde en la comedia del Informe presidencial.

Desde que Porfirio Muñoz Ledo interpeló, en 1988, a Miguel de la Madrid Hurtado, y tuvo por sólida respuesta un jab no conectado por el diputado y boxeador amateur, el economista Ángel Aceves Saucedo (ya fallecido), los días de agosto de cada año se pierden en debatir los términos de un espectáculo que, de inútil y repetido, aburre.

Año con año, la misma cantilena: que el Ejecutivo vaya al Legislativo, pero que escuche a los legisladores; no, que no vaya y entregue el Informe por escrito; que sí vaya, pero a debatir; que vaya pero de rodillas y entre por la puerta de atrás de San Lázaro; que vaya, pero nomás al vestíbulo; que no vaya porque ni siquiera es presidente... Al nivel de los legisladores, se coloca el mandatario: de que voy, voy; voy pero ni los veo ni los oigo; voy pero para cumplir; si no voy, tengo un plan B; voy y debato... A ese tiempo perdido se suma el de la ceremonia en sí. Lo reciben pero de espaldas o se salen, lo interpelan o le aplauden, le chiflan o se ponen máscaras, lo dejan plantado en el vestíbulo o le toman la tribuna.

Desde hace 19 años, el mismo cuento. Y lo peor, en el debate de la forma se pierde el fondo del Informe. Si el mandatario finalmente va, reza un rosario de cifras exitosas sujetas a cotejo en tres tomos anexos y, luego, a manera de mensaje, describe un país extraño o remoto destinado a vivir feliz en unidad nacional.

Superado el trance de la ceremonia viene la promesa de reformar la liturgia del Informe presidencial. Se presentan ésta o aquella otra iniciativa que, de inmediato, pasa a la congeladora del Congreso, por lo pronto, hay 10 en el refrigerador. Así, hasta el año siguiente se monta de nuevo la comedia que sufren, como ningún otro mexicano, los vecinos de San Lázaro que, en agosto, viven el sitio de los gloriosos granaderos de la Policía Federal.

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Frente al espectáculo hay quienes entonan “así es mi tierra...” y piden entender y disfrutar los usos y costumbres políticos como un destino manifiesto. Cruzarse de brazos, en vez de ponerlos en jarras. El ya prolongado desencuentro nacional es simple folclor.

Empero, si la atención se pusiera en el fondo del Informe, esto es, en el estado que guarda la Administración, probablemente los poderes Legislativo y Ejecutivo buscarían acercarse para ver qué salida civilizada darle al país. Esto, desde luego, es una utopía, pero esa situación realmente obliga a andar con pies de plomo.

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Los barruntos de un atorón económico están a la vista. El declive en la producción petrolera ya se refleja en las exportaciones; el endurecimiento estadounidense hacia la migración significará una merma en el envío de remesas, y el turismo extranjero nomás no crece. Las tres fuentes de divisas se están secando y, como añadido, la reforma a las pensiones del IMSS y el ISSSTE demandarán, cuando menos de entrada, recursos extras que, con tanto recorte, la reforma fiscal no proveerá.

Curiosamente, aliados y adversarios del Gobierno echaron abajo esa reforma fiscal que ya de por sí era light. El mensaje del rechazo, coloca al Gobierno en un apuro, en fuego cruzado. El apoyo y la resistencia prensan su actuación y nomás no logra perfilar al Presidente del empleo.

Todo esto sin mencionar, desde luego, el desbielamiento de la locomotora de la economía estadounidense.

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El cuadro político no es nada halagüeño. La derecha no apoya al presidente Felipe Calderón porque lo ve al centro y la izquierda le hace el vacío, entre otras razones, porque lo ve a la derecha. El priismo se frota las manos desde luego, pero se limita a chantajear.

Más allá de donde se le ubique, al jefe del Ejecutivo se le ve solo. Los factores reales de poder le endosan las facturas derivadas de su triunfo y ni su partido lo respalda. No en vano los pivotes de la Administración siguen fincados en el Ejército y el sindicato de Elba Esther Gordillo. Con un detalle, la lideresa magisterial ha perdido la noción de la mesura y se desboca.

Se agrega a esto un equipo desnivelado de Gobierno. No hay operación política y el responsable de ella, el secretario Francisco Ramírez Acuña, ya tomó nota de que “no se le ve” y, entonces, pregunta a quién se deja “si se le siente”. Ni se le ve ni se le siente y, salvo algunas excepciones, el resto de los secretarios ocupan el cargo sin ejercer el puesto. A lo mejor ése es el estilo personal del Presidente –un gabinete chiquito para destacar–, pero ahí hay un riesgo creciente.

Ese cuadro tiene por fondo un sistema de partidos que se desmorona. A los partidos de los perredistas y los panistas se les puede denominar así, pero por quebrados, no porque integren sólidas formaciones que canalicen el malestar social y la participación ciudadana. Y las dos nuevas promesas del estrellato partidista, Alternativa Socialdemócrata y Nueva Alianza, son un desastre. El PRI, ya se dijo, se frota las manos pero actúa con mezquindad.

Frenada la política, taponados los canales de participación, creciente el malestar social y revitalizada la impunidad política, la violencia es mucho más que una mera posibilidad. Esto sin descontar, el combate al crimen organizado que más allá del desfile militar no acaba de arrojar un resultado plausible. Más de mil 500 ejecuciones en lo que va del año no son, precisamente, tranquilizadores.

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Quizá en el ámbito de la política exterior se ha logrado levantar algo del tiradero heredado, pero las buenas conciencias no están de acuerdo con eso de mirar al sur y descuidar el norte, nomás que el norte va a elecciones y el Gobierno bushista corre a la deriva. De la enchilada completa prometida, no quedó ni la tortilla con sal.

Recomendaban rebasar por la izquierda pero tomado ese carril, no ven con muy buenos ojos la pasarela de mandatarios de centroizquierda porque, a fin de cuentas, la apuesta es por una democracia tutelada del centro a la derecha y nada más.

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Ese paisaje pinta un cuadro bastante complicado para el año entrante y todavía más para 2009.

Hoy, desde luego, las elecciones intermedias parecen un asunto remoto. Sin embargo, no están tan lejos y se va a llegar a ellas con base en dos instituciones cuestionadas: el Instituto Federal Electoral y el tribunal electoral. La credibilidad del referí y de los jueces de esa próxima contienda está por los suelos y sus integrantes han puesto todo el empeño... en conservar el cargo.

A tiempo para replantear esas instituciones, el asunto no es prioridad porque a fin de cuentas el problema no está enfrente. Y en la lógica de atender lo urgente dejando de lado lo importante, ya se verá después qué hacer con esas dos instituciones.

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Quebrada la política, amenazada la economía y latente el malestar social, desespera ver cómo agosto se pierde en un debate inútil que, desde hace 19 años, se repite y se repite.

Toda la energía y la atención puesta en una liturgia para celebrar la misa de una religión –el presidencialismo exacerbado– que ya no existe y en la que los sacerdotes –el Ejecutivo y los legisladores– pasan por unos comediantes a los que la carpa se le viene encima y todavía se ríen.

Correo electrónico:

sobreaviso@latinmail.com

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