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El hábito

Gilberto Serna

Es de suponerse que las fuerzas policiacas dan por concluidas las labores en Michoacán, donde lo más espectacular del operativo fue ver al presidente Felipe Calderón Hinojosa con chamarra verde olivo, desabotonada y con gorra militar, de las que se usan en campaña. En la foto a nuestro alcance no se alcanza a apreciar las cinco estrellas que le dan la categoría de general del Ejército Mexicano, que indica su carácter de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas en este país. No hay disposición legal ni es una tradición que indique que el presidente en turno, sin ser militar de prosapia, deba portar el uniforme regular ni tampoco que le dé el derecho de usar insignias en su tocado en la proporción que se anota y no obstante en la práctica lo puede hacer sin violar ninguna disposición vigente. Lo que sería conveniente es que si en el futuro sus ayudantes le dan un traje semejante lo hagan tomando en cuenta sus medidas corporales correctas pues parecía ropa de segunda mano hecha por un sastre para otra persona, más robusta y de mayor estatura.

La milicia y la ciudadanía en general esperan que su presidente porte el uniforme militar con gallardía, garbo y bizarría aunque para eso se necesite que se le corte un traje completo, chaqueta, pantalón y calzado, que lo caractericen, sin lugar a dudas, como el jefe máximo al cual deben obediencia los integrantes del Ejército. Lo que en realidad, en este caso, no es trascendente, pues es un civil. La chaqueta desabrochada y la cachucha, con una camisa y pantalón de diario hablan de que carece de una indumentaria apropiada y/o que de plano se improvisó el atavío. En la fotografía que público este diario se ve al presidente Felipe Calderón Hinojosa caminando con el secretario de la Defensa y el de Marina a sus costados. A las espaldas del presidente la escolta del lábaro patrio saluda marcialmente. Hemos leído que hubo un aumento substancial en los haberes de los soldados. Bien que sea así. Lo interesante de esto es que al parecer se quiere dejar en el entorno la impresión de que el presidente está respaldado por las Fuerzas Armadas, como es lógico lo esté. Lo que habría que saber y no se dice es ¿qué peligro amenaza al presidente, que tiene que acudir al expediente de dar a conocer que cuenta con el apoyo de las armas? Un mandatario no requiere como sustento otra cosa que no sea la legitimación que le dio el voto mayoritario de los ciudadanos. Si ganó en las urnas nada tiene que temer. A mayor razón si las instituciones electorales le reconocieron el triunfo. El país se rige por leyes.

A los mexicanos gustó que el presidente se haya presentado en la sala donde se hallaban legisladores que habían prometido que no dejarían que el entonces presidente electo protestara desde la tribuna. No se arrugó. Había la posibilidad de que desatándose la violencia se viera en la necesidad de abandonar el intento, frustrando su intención de cumplir la solemnidad a que le obligaba la Ley fundamental. Todos los mexicanos lo vimos con el brazo levantado hacia delante con la palma de la mano hacia abajo, los dedos apretadamente juntos. Después de repetir las palabras que se contienen en el texto constitucional se ciñó la banda tricolor, escuchándose las notas del Himno Nacional. Una vez ungido como presidente se dio la vuelta y salió por donde vino. No se escuchó que sus opositores se atrevieran a hacer demostraciones de descontento, ni que lanzaran algún proyectil en repulsa a lo que estaba aconteciendo. La voz se le oyó emocionada pero tranquila, tal cual se esperaba. Ninguna nube ensombrecía en aquellos días, su futuro. El presidente luce bien de civil, no necesita de ningún camuflaje.

¿Entonces, qué pasa? A qué se debe que aparentemente tenga que buscar el refugio de los cuarteles, si acaso damos por sentado que lo está haciendo así. No hay que se sepa nada que ponga en peligro la estabilidad del Gobierno. A menos que esté enterado de algo que el resto de los seres humanos que habitamos en este país desconocemos. ¿Alguien individual o colectivamente está tratando de crearle una tormenta en un vaso de agua? Es posible que se pretenda poner nervioso a quien debe actuar con la cordura que da el estar seguro de que nadie le está moviendo el piso. Se requiere algo más que un artificio, lo que ya demostró tener al presentarse ante una turba de diputados enloquecidos, en una Cámara que se había violentado con la pretensión de evitar la ascensión del michoacano a la tribuna en que estaba obligado a rendir su protesta. Hizo lo que su antecesor no se atrevió, al recular en la misma puerta del recinto. Esto es un juego de hombres. Aunque habría que ver. Podemos estar rotunda y completamente equivocados los que pensamos que detrás de un traje de apagafuegos no precisamente existe por añadidura una manguera y un carro de bomberos. En política se requiere ciertas aptitudes escénicas en que el vestuario apropiado se vuelve importante, pues fuera de que el funcionario sea o no un actor consumado, el artista necesita parecer quien dice ser, sin perder de vista que el hábito no hace al monje.

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