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El Lenguaje| A la ciudadanía

Magdalena Briones Navarro

En el prefacio del hermoso estudio “Las Madres” (Brifault, 1969), el autor nos dice “Me había propuesto listar las formas de los instintos sociales e investigar su origen. Rápidamente descubrí, para mi sorpresa, que los caracteres sociales de la mente humana, se basan, todos, en la operación de instintos relacionados con los instintos de la hembra y no del macho”… “Las cabezas de los grupos sociales primordiales, magas y sacerdotisas de poderes sobrenaturales, reinas sagradas en donde se pensaba que residían los poderes de la virtud mística supernatural, diosas fatídicas eran contraparte de la primera juventud femenina, han sido en muchas culturas primitivas y antiguas sabidas como Las Madres”.

Mencionamos en otra publicación la derivación doble de la mente humana, desde la comandante ancestral por medio de la herencia y por la sociedad humana, por herencia tradicional. Aunque los sistemas de comunicación van de los sonidos onomatopéyicos, las señas, etc., hasta la floritura de los lenguaje cultos, tecnológicos, especializados, marcando en ese transcurrir un continuo incremento de la riqueza conceptual, el lenguaje es facultad humana definitoria no sólo de conocimientos, sino de sentimientos, valores, sensaciones, emociones, afectos, simpatías que gobiernan y colorean la vida social de los seres humanos. Todo lo que distingue la mente humana de la animal, se basa en el lenguaje.

El reinado de las Diosas Madre debe haberse derivado del poder generativo de la mujer… “cada ser creado tiene su madre…” y del consenso generalizado de que eran las guardianas de la Vida, la social también y de la Muerte, ciclo permanente, invencible y misterioso. El lenguaje traducía la realidad así percibida y el acomodamiento social de la producción, del parentesco, etc., dentro de sociedades distantes, diversas, pero atentas a la conveniencia de su mantenimiento. No había “matriarcado político”, eran los y las mayores que decidían sobre el equilibrio del conjunto.

El advenimiento de sociedades más grandes y ricas estimuló la preferencia de instintos ofensivos – defensivos. Se modificaron las formas de producción, se enaltece el poder masculino, (léase castas guerras), se modifica el matrimonio. Comienzan a prevalecer deidades masculinas con olvido de las femeninas quienes acaban por desaparecer o tornarse malévolas. El papel masculino se exalta de hecho y por derecho en toda clase de relaciones, de dioses contra diosas y contra dioses, dentro de los matrimonios monógamos o aun polígamos, entre los mismos hombres y en el lenguaje, auque algunas alusiones a lo femenino conllevan ternura, no por ello acaban de esconder una especie de concesión misericorde.

Es hasta la consolidación de algunas civilizaciones donde aparece una divinidad masculina única, todopoderosa. “El Verbo Eterno, sin principio ni fin” nos dice el Mahabarata, “fue pronunciado por el que se creó a Sí mismo”. Sin embargo, hay civilizaciones donde el principio de todo es uno, pero dual, femenino –masculino, lo que se expresa claramente en el lenguaje.

No es tema de este escrito juzgar cuál concepción es mejor, sino demostrar que el lenguaje remarca la importancia que damos al concepto prevaleciente, el que directa o indirectamente refleja una realidad socio-política-económica.

Por ejemplo en México, la mayoría cree en Dios, pero objetivamente ama, a la Virgen de Guadalupe. Este fenómeno me lo explico porque en México la mujer, la madre, a pesar de ser frecuentemente ninguneada, sigue siendo la generadora de la sociedad vital, la Patria es el nombre, la Matria es la esencia.

La velocidad de cambios presentes operantes en la sociedad, el aumento poblacional, la dificultad gubernativa, los intereses irreconciliables, el ataque insaciable al medio ambiente, la convicción de selectividad humana representativa de ese instinto defensivo–ofensivo llevado al máximo, mas el retraso en la capacidad de pensar, impide medir, vetar sistemas nefastos para la vida, nos lleva al uso de lenguajes donde se exalta aquello que concebimos importante: el dinero, la agresividad, el desprecio a lo que se considere débil o “mediocre”, lingüísticamente reflejan la disminución o el olvido de significados primarios auténticamente enraizados en el ser humano y en una socialidad venturosa, o por lo menos equilibrada.

Hoy el prójimo es “güey” y además “pendejo” (en el sentido de tarado), los progenitores están “out” (son obsoletos), etc. Busque usted cuántas palabras están “in” y qué realidad encarnan. Las palabras, antes cargadas de significados coherentes, van perdiendo lustre; ser delicado, amoroso, respetuoso, interesado, representan cursilería. La frase “ese es su problema” tan favorecida por muchos, no indica más que el desinterés por los demás y por la problemática individual y social que no nos incumbe. El tejido de la vida se deslee ante los miradas adormecidas. El nihilismo cunde como las drogas a pesar de la solemne pomposidad con que se pronuncian discursos en su contra. El lenguaje, espejo de la realidad, también se empobrece y corrompe; se falsea. Es demagógico.

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