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El libro, arma de AMLO para defender elección

El Universal

Luego de su derrota en los comicios de 2000, Andrés Manuel López Obrador ha recurrido a un nuevo instrumento para defender su victoria.

Desde que dejó el Gobierno del Distrito Federal, nadie sabe de qué vive Andrés Manuel López Obrador.

En abril de 2005, cuando la Cámara de Diputados lo desaforó, el político tabasqueño perdió el salario de 63 mil 367 pesos mensuales —con el “reconocimiento mensual” y las percepciones adicionales incluidas— con el que inició su ejercicio como jefe de los servidores públicos capitalinos.

Mientras fue candidato de la Coalición por el Bien de Todos a la Presidencia de la República estuvo en la nómina del Partido de la Revolución Democrática (PRD), con un sueldo mensual de 40 mil pesos, que “se va completito” a la mesada de los tres hijos de su primer matrimonio, como lo reveló el propio López Obrador a un grupo de periodistas que lo acompañó a su primer recorrido de precampaña.

Sin vocación de líder moral

Camino a Tepic, Nayarit, una tarde a finales de agosto de 2005, el convoy hizo una pausa para comer en una fonda a la vera del camino. Y el tema de sus percepciones fue abordado tangencialmente. Uno de los reporteros le había preguntado qué haría si al final de la campaña no resultaba presidente de México.

“No tengo vocación de ‘líder moral’ ni caería en el error de hacerle sombra a los dirigentes del partido”, dijo en clara alusión a Cuauhtémoc Cárdenas; “me iría a mi rancho a hacer lo que más me gusta: leer y escribir”, señaló entonces.

A medias, López Obrador ha sido coherente con esa idea. En las pausas del recorrido que lo ha llevado por casi 500 municipios del país, se dio el tiempo para vaciar sus memorias en un libro, que llevará el título de Apuntes de campaña.

Además de la idea de que se sepa “su verdad” sobre la elección presidencial de 2006, el “presidente legítimo” tuvo una motivación inexcusable, dado el contrato que firmó hace tres años con Random-House Mondadori.

Y es que hace cuatro años, López Obrador firmó un contrato millonario para elaborar tres libros bajo el sello de Grijalbo que para esta edición prepara un tiraje de 40 mil ejemplares.

Apuntes de campaña será el séptimo libro que López Obrador escriba, en 25 años de actividad creativa y el quinto con esa casa editora.

Un libro para el aniversario

El pasado fin de semana, el “presidente legítimo” dio la última revisión al borrador y entregó el capítulo final a sus editores, quienes deberán ajustar su plan original de presentarlo dos semanas antes del primer aniversario del 2 de julio.

Empero, no es el único testimonial que surgirá del cuartel lopezobradorista.

Cuando concluyó el megaplantón en el Paseo de la Reforma, Alfonso Durazo Montaño dijo que regresaba a su natal Sonora a terminar sus memorias de la campaña para publicarlas con Plaza & Janés.

Por lo pronto, ya están en circulación Las razones del descontento, una bitácora personal de campaña (Aguilar-Nuevo Siglo), de Federico Arreola; La guerra sucia de 2006. Los medios y los jueces (Grijalbo), de Julio Scherer Ibarra y Jenaro Villamil, con prólogo de Miguel Ángel Granados Chapa y El fraude que no se vio. Crónicas de una soberanía usurpada, de Ricardo Monreal Ávila (IIL-Senado de la República).

En las próximas semanas también saldrá el libro de Socorro Díaz Palacios; de modo que tres de los seis integrantes de las redes ciudadanas apelarán a la defensa propia ante los embates de las tribus perredistas que los señalan como responsables de los errores estratégicos que sepultaron la ventaja de López Obrador.

A excepción de Explico algunas cosas, una crónica de los años recientes de López Obrador que elabora el intelectual José María Pérez Gay, los libros en comento, incluido el del mismo candidato, están enfocados a apuntalar la hipótesis del fraude electoral supuestamente cometido por el Partido Acción Nacional (PAN), sus aliados priistas, Elba Esther Gordillo, un grupo de empresarios poderosos y los consejeros electorales.

Para explicar el resultado final, la mayoría de los estudiosos del caso que resultó el 2 de julio de 2006 ha establecido una relación causa-efecto: a todo lo que dejó de hacer Andrés Manuel López Obrador hay que sumar los aciertos de Felipe Calderón Hinojosa.

Estrategia electoral

La estrategia electoral no es una naturaleza muerta. Su éxito —y en términos electorales eso no se mide con el mejor desempeño en un debate o el spot más meloso— sólo es verificable con el número de votos que recibe cada candidato.

Las elecciones no las gana el más popular, sino quien comete menos errores y en el último de los casos, quien está dispuesto a corregir pifias germinales.

Un aspecto notable en la carrera presidencial de 2006 fue el desempeño de los equipos de campaña, dramáticamente ligado al resultado final.

En la vasta literatura disponible, una de las coincidencias más notables establece como un acierto que el candidato panista hubiera corregido su estrategia y ajustado a su equipo luego de 40 días de campaña. Sin embargo, del mismo fenómeno es posible hacer una lectura contrapuesta: la primera etapa de la campaña blanquiazul fue vacilante, sin sabor, sin emoción, con pronunciamientos fútiles, un lema anodino y spots nugatorios.

De la misma manera, aun cuando los errores cometidos por el equipo de López Obrador son muchos y tuvieron sus consecuencias, es de elemental justeza evocar el papel de Claudia Sheimbaum como contrapeso de Josefina Vázquez Mota o el éxito de aquel spot con el programa de mejoras salariales, el más visto en su primera exhibición de todas las campañas electorales de la época reciente.

En genérico, hablar de estrategias remite a la parte anónima, casi clandestina que se desarrolla paralelamente a la campaña que pueden ver los electores. Y hasta ahora, las crónicas y análisis disponibles son omisos en la identificación de los consultores, estrategas y publicistas que ayudaron a los candidatos.

Muchos de sus errores y aciertos son ciento por ciento atribuibles a esos asesores, tan influyentes como anónimos.

Errores de ambos bandos

La etapa decisiva de la contienda se abrió en el segundo debate, con la irrupción del caso del “cuñado incómodo” en la lógica de las campañas.

Los generales de Calderón Hinojosa mandaron a Diego Hildebrando Zavala a los medios a defenderse —lo que estuvo a punto de costarles la elección— mientras que los allegados a López Obrador sorprendentemente abdicaron de los mensajes negativos y fallaron en orquestar una defensa contundente.

¿Errores o aciertos? Sí. Los hubo. En ambos bandos.

Al margen de esas historias han quedado temas igual de importantes.

Por ejemplo: quizá por primera vez en la historia electoral mexicana, los planes de campaña tuvieron una lógica regional.

Pero más que una suma de restas, la contienda entre López Obrador y Calderón Hinojosa debe entenderse como lo que fue: un empate resuelto en las últimas semanas y cuyo ganador pudo ser cualquiera de los dos.

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