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El mecate

Gilberto Serna

Los últimos datos que llegan en los medios desde el estado de Yucatán que está inmerso en dura batalla de partidos políticos por obtener la gubernatura, 106 alcaldías y los asientos en el Congreso Estatal, a celebrarse el día 20 de mayo próximo, indican que se está librando una fiera batalla que traspasa los límites de una mínima decencia y respeto entre los candidatos entre sí y hacia el pueblo en general de varias comunidades en el interior de esa entidad. Quien no recuerda el romanticismo de Felipe Carrillo Puerto, mandatario socialista, que dio pauta para que naciera una de las bellas canciones del folklore yucateco, intitulada Peregrina, dedicada a Alma Reed. Pues bien, para no extenderme en lo que no acabaría nunca si recurrimos a describir las grandes haciendas henequeneras de principios del Siglo XX, entraré de lleno en el tema de esta colaboración. Sepan ustedes que en esa bella tierra se escenifica una guerra electoral que puede ser calificada de sucia, no sólo por los métodos que están utilizando los políticos que en ella contienden, si no además porque literalmente se están usando artimañas que van más allá de lo que indica el sentido común. Los candidatos del PRI y del PAN, se hacen acusaciones mutuas de hechos que están llegando a extremos inusitados de una gravedad que, si no se castiga por las autoridades, puede llevar a situaciones poco recomendables.

Nadie allá se explica cómo es posible que una campaña política haya derivado hacia la ruindad, al volverlas denigrantes, acudiendo a la práctica de denostar a sus rivales atribuyéndoles conductas inapropiadas, en una frenética búsqueda del voto popular. Aunque bien visto se pretendió bloquear la posible simpatía que pudiera haber despertado alguno de los participantes. En efecto, los ciudadanos de varias localidades recibieron en sus domicilios particulares propaganda escatológica proveniente de los partidarios de alguno de los candidatos en bolsas que contenían detritus, se supone caninos, en vez de despensas y caramelos que se les hacía creer a sus receptores para que no objetaran el maloliente donativo. Junto con el estiércol se les entregaban fajos de billetes del banco de la fantasía, obviamente de juguete y monedas de plástico que se suelen utilizar en juegos infantiles de azar. Decenas, se dice, acudieron al palacio municipal de Hoctún, población distante 60 kilómetros de Mérida, dando cuenta del engaño. Habían llegado a sus manos las bolsas conteniendo la inmundicia electoral que supuestamente les enviaba uno de los pretendientes al puesto de gobernador.

Los que entregaban las porquerías, según una familia beneficiada, decían ser integrantes del equipo de campaña de la priista, Ivonne Ortega Pacheco. Pero volviendo al caso, esto se pasa de la raya. Es casi imposible creer que esto suceda en una sociedad civilizada si no fuera por la descomposición social que está enfrentando actualmente todo el país. No es raro que la población autóctona, marginada y empobrecida, se dedique a embrutecerse ingiriendo mezcal o taguarniz o cualquier otro brebaje. No hay quien vigile la venta indiscriminada de bebidas con contenido alcohólico, lo que aunado a una alimentación inadecuada, trae como consecuencia que sus individuos presenten taras mentales. Quizá eso es lo que persigue una sociedad que se avergüenza de su existencia pretendiendo diezmar a los indígenas haciendo antes negocio con su miseria. Si usted ha viajado por la extensa llanura, hay poquísimos promontorios naturales, encontraría pueblos como los encontraron Cristóbal Colón y Hernán Cortés, en los años 1492 y 1521, pueblos que viven de la caza y de la pesca. Las calles y los humildes hogares con pisos de tierra y pequeñas palapas en medio de la feracidad lujuriosa de que los ha dotado la naturaleza. Con ingresos de hambre.

El enviar las heces fecales, fingiendo que se trata de un regalo, no puede ser obra si no de una mente desequilibrada y/o perversa que cierra los ojos para no ver el daño que provoca su gusto por tales residuos creando un ambiente político que no le favorece a nadie. ¿Cómo poner remedio a un caso de estos, que tiene una gran carga vesánica, impidiéndose que se convierta en paradigmático en futuros procesos electorales? Por lo pronto los partidos políticos que se disputan los puestos públicos se acusan mutuamente de ser aquéllos, los otros, quienes repartieron la miscua de perro y el dinero falso. El delito es electoral y debe tener consecuencias. No es conveniente que se pierda el espíritu que debe prevalecer en estos lances democráticos. Es probable que sea un pequeño grupúsculo que, sin consentimiento de los altos mandos de su partido, hayan creído que su ocurrencia puede pasar inadvertida. Lo que asquea no es la deyección perruna, en bolsas que se presume deberían contener alimentos, si no la conciencia de los autores del envío cuyas manos se mancharon del excremento por lo que pueden ser fácilmente identificados a larga distancia, dada la costumbre que han de tener en el manejo de una suciedad que se pega a ropas y cuerpo. Aquí no se da el clásico arrojo la materia orgánica producto de la digestión y escondo la mano. La hedentina los delata. Un caso fácil para los tribunales electorales que deben proceder a sancionar a los infractores ordenando se les retire de la contienda y … se les aplique un vigoroso baño con abundante agua y jabón deodorizador, colgándolos en un mecate en el patio de sus casas, de cualquier parte del cuerpo, hasta que se sequen.

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