Quisiera compartir el siguiente relato de mi amiga Alma Rosa:
Cada que subía las escaleras para pasarles algo de comida era una tristeza profunda, ahí estaban en medio del lodo y la lluvia sin poder pedir ayuda. Estaban solos, de pie, a temperaturas realmente frías y no tenían nada más.
A más de 20 años de mi existencia he visto cómo los perros son abandonados, maltratados y hasta asesinados por sus propios dueños. No puede ser que las personas no tengan amor o un poco de generosidad para sus mascotas.
Ahora bien los animales necesitan vacunas, necesitan cuidados, necesitan ejercicio en verano y un refugio para protegerse del frío, necesitan alimento el adecuado a sus horas y agua limpia entre muchas otras cosas. Vacunar a nuestros perros contra las enfermedades es un acto de amor. Pero esto la gente parece no saberlo ya que podemos verlos enfermos y hambrientos en las calles.
Los dos perros mencionados al principio fueron rescatados el siete de enero del año en curso; eran casi unos huesos y su piel estaba llena de sangre e infecciones. Madre e hijo están conmigo y aunque la recuperación ha sido lenta todo parece indicar que ambos saldrán adelante.
Hice una promesa a estos dos ángeles en silencio que jamás serán maltratados, abandonados ni humillados por el hombre.
Dios bendiga a quienes se preocupan por ellos, al alimentarlos amarlos y cuidarlos a quienes sin ser sus dueños se han comprometido a nunca hacerlos sufrir.
Anhelo que el ser humano respete a los animales tanto o más de lo que ellos nos respetan a nosotros.
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