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El Mejor Amigo del Hombre / FEO

Arturo Castañeda Orduña

La historia del Feo empieza como casi todas las historias de perros que son abandonados, un perro triste, necesita y un héroe de mentiras. Feo era un precioso perro negro, de unos dos años, parecido a un labrador, de cara preciosa, ojos tristes y el rabo un poco corto. Nos conocimos hace poco; una noche de este crudo invierno; él estaba tumbado cerca de la fuente, lleno de tierra y algunas moscas (cosa increíble por ser invierno). Al acercarme pude apreciarle una herida en su patita izquierda delantera que necesitaba urgentemente curación. Le curé hasta donde pude la pata, le di mucho cariño y algo de comida al día siguiente.

Feo estuvo durmiendo en la puerta de una casa en renta durante varias semanas y yo rezaba todos los días porque no le pasara nada. Cosa extraña pero le encontré un dueño que desde el primer momento lo trató como hijo propio. Durante varias semanas por dos o tres meses Feo anduvo visitando el parque cercano a la fuente donde nos conocimos. Yo lo veía y a veces andaba con él de paseo o incluso acompañaba a su dueño mientras me alegraba de verlo crecer.

Pero un día; aún no sé por qué, Feo faltó por espacio de más de una semana a nuestra cita informal. Entre la desidia y la falta de tiempo pasó poco más de una semana y un día lo vi deambulando por la calle, tenía los ojos tristes con los que lo encontré el primer día, y andaba muy torpemente; casi no veía y estaba muy raro. Después de ese día, estuve sin ver a Feo durante otros tres días y por fin opté por ir a verlo a su casa. Llegué y le grité por su nombre esperando llegara corriendo y ladrando como en otras ocasiones. Le silbé esperando obtener alguna respuesta hasta que al fin se escuchó un leve ladrido y sin pensarlo crucé la reja mientras al mismo tiempo llegaba su dueño con cara de llanto. Me temí lo peor y al entrar al cuarto de lavado (y por ende su hogar) lo encontré muy mal, metido entre unas cajas, con los ojos pegados por las legañas, las orejas calientes y muy sucio. Intentó levantarse para darme besos como hacía siempre que me veía, pero era incapaz, sus patas eran incapaces de sostener su peso, y gritaba de dolor cuando se movía. Cuando vi a su dueño le pregunté qué le pasaba, me dijo que en la mañana había ido el veterinario a verlo y le comentó que estaba envenenado; le habían dado una mezcla de raticida con no sé qué otra cosa tipo ácido que le estaba deshaciendo por dentro y que no se podía hacer nada por él, que lo mejor era sacrificarle, pero el dueño no pudo hacerlo y quería que primero me despidiera de él y paso siguiente llamaría al veterinario para que dejara de sufrir.

Pasé toda la tarde con él, dándole todo el cariño que pude, intentando devolverle todo lo que él me había dado durante estos breves meses que estuvimos juntos, tanta compañía que me había hecho... todo. Feo no llegó a la mañana siguiente, murió poco después de irme a mi casa con un nudo en la garganta; el dueño me dijo que parecía como si me hubiese esperado para despedirse de quien él consideró su salvador y mejor amigo?

Wolfshauze@ieee.org

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