Fachada del negocio de computadoras de donde fueron extraídos siete millones de pesos en efectivo y mercancía.
El robo de dinero y mercancía en una distribuidora de computadoras no fue un clásico ‘boquetazo’ sino una operación minuciosamente planeada. Las pistas, las sospechas y el monto saqueado, siete millones de pesos, lo convierten en uno de los robos más intrigantes en la memoria reciente
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- El trabajo de campo hizo más fácil el golpe. El objetivo millonario estaba bien definido. Las herramientas eran sencillas: un desarmador plano y pinzas grandes para cortar candados, y la osadía para meterse y robar siete millones de pesos.
Las primeras visitas a la empresa Loma del Norte fueron de utilidad, o más aún el posible infiltrado. Fue bueno saber que los muros de la empresa estaban resguardados con sensores de movimiento. Al mínimo
golpe se activaría la alarma que invitaría la verbena de policías. Así que se eligió el punto débil.
Primero se llegó hasta la azotea de las oficinas y bodegas de computadoras ubicadas en el número 656 de la avenida Escobedo oriente, en pleno centro de la ciudad. Ahí, en la madrugada del domingo 22 de abril, desde seis metros de altura, empezaba el gran golpe, uno de los robos más misteriosos en la memoria
reciente de la ciudad.
Con un solo desarmador se pudieron retirar cuatro tornillos que fijaban una lámina que fácil fue doblada. En el interior estaban los ductos de refrigeración forrados con aislante térmico, y el resto del techo hueco, protegido por cuadros de plafón.
Sólo se quitaron dos cuadros de su lugar junto a una lámpara. No se necesitaba mucho espacio, pero sí rapidez para llegar hasta el cerebro de las alarmas contra robos para arrancarlas salvajemente y no
perder tiempo en cortar el cable rojo o el azul.
La penetración fue por el área de gerencia, en el segundo piso y para no lastimarse un tobillo de un inútil salto, mejor recargar los pies en el respaldo y asiento de dos sillas secretariales.
¿Borrar las huellas? ¿Para qué? Mejor dejar algo para entretener a las autoridades que, fascinadas, tomaron fotos de todos los ángulos posibles del rastro de un tenis.
Nulificada la alarma todo fue más fácil. Antes que abrir al resto de la banda, primero verificaron la ubicación de la caja fuerte, blanco favorito de los ladrones ordinarios, que ignoran por completo las ganancias que otras cosas, en este caso cartuchos de tinta para impresora, pueden dejar en el mercado.
La caja fuerte estaba debajo del escritorio de uno de los jefes.
En el resto de los cubículos estaba la clara muestra de que la empresa nunca imaginó ser vulnerada: las más costosas “laptops”, de las cuales se llevaron una.
Reconocido el terreno, con desarmador en mano forzaron más puertas, todas con marcos de aluminio, la fuerza para hacer una palanca inferior a los 45 grados era suficiente.
Sin llave estaba la puerta que divide las oficinas gerenciales y une con la escalera. En la planta baja, al fondo está la puerta principal que dentro tiene una reja con seguro magnético; también hay ocho cubículos
secretariales divididos en dos, a mano derecha la caja, sólo la curiosidad obligó a forzar la puerta, sólo la curiosidad, porque el objetivo ya estaba claro.
Otra vez el sencillo desarmador permitió abrir la puerta que conduce a la enorme bodega de 700 metros cuadrados. La gente ya esperaba afuera de la calle con poco tráfico y más en la noche de sábado madrugada del domingo.
Machacaron los candados de buena marca, dos por dentro y dos chapas en la puerta central de la enorme cortina metálica. Lo de afuera fue cosa fácil. En el barrio los vecinos no se motivan con trabajos ajenos.
Lo más rápido posible subieron la cortina, sólo hasta que permitiera la entrada del vehículo de tres toneladas. Entró de frente, por la rampa que normalmente toman tráileres de reversa para descargar, pero ahora el ejercicio sería al revés.
La operación habría tardado unas cinco horas, calcularon los directivos de la empresa con base en los tiempos que tardan en mover la mercancía que fue robada: cientos de cartuchos para impresora y botes de tinta de repuesto.
Para cargar el botín, utilizaron el “diablito” y el montacargas de patín de la empresa. De las seis filas con mercancía, la tercera contenía al menos una docena de computadoras nuevas, empacadas, listas para venta. También se las llevaron. Antes de tomar la mercancía, violentaron un candado y un pasador metálico de la puerta corrediza de malla ciclónica.
Para entrar alguien tuvo que recargar cartón o madera sobre la tira doble de filoso alambre de púas en forma circular, que si bien a primera vista es intimidante, al final fue fácil de burlar.
Sobre el número de ladrones no se puede ser específico, pero sí hay sospechas para creer que fueron más de tres, requisito para tipificar la delincuencia organizada, riesgo que bien vale siete millones de pesos.
Después de terminada la “transacción” siguió la retirada. Para no levantar sospechas y ganar tiempo, los ladrones cerraron la cortina metálica.
Nadie se dio cuenta del hurto el domingo. Fue hasta el lunes a las ocho de la mañana que el gerente abrió el almacén y poco a poco se fue dando cuenta del golpe y su cuantía, al revisar los inventarios.
LAS DUDAS
La intervención casi quirúrgica de los ladrones, ahora especialistas en equipo de cómputo, y la destreza para entrar y salir sin ser detectados o molestados, fueron factores determinantes que despertaron clásicas sospechas en los encargados de investigar el caso.
Cuando una persona casada muere en circunstancias violentas, casi por “defaul”, el cónyuge es el principal sospechoso, regla obligada o comodidad para que las aseguradoras no tengan dudas. La misma máxima del investigador aplica en los delitos patrimoniales.
Inconsistencias fueron detectadas por los agentes de la Policía Preventiva y Ministerial y de Servicios Periciales que acudieron al lugar, la mañana del lunes 23 de abril para recabar datos y muestras.
Los primeros reportes oficiales generaron especulación.
Primero en la Dirección de Seguridad Pública Municipal (DSPM) lo mencionaron como un robo a un local comercial más, el clásico “boquetazo” hecho en la clandestinidad de la noche y aparentemente sin testigos.
La cantidad del robo, siete millones de pesos, la fijó la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), con los primeros reportes que los representantes de la empresa Loma del Norte hicieron a las autoridades.
Pero desde el principio, autoridades advirtieron: “Hay varios detalles que deben ser revisados”, dijo el director de Seguridad Pública, Alfredo Castellanos.
Entre los detalles señalados por peritos fue la anchura del boquete, que fue medida en 30 centímetros y considerada insuficiente para acomodar a una persona.
El hecho de que las alarmas no se hayan activado también despertó sospechas, así como el hecho de que los directivos no señalaron inicialmente que los ladrones se habían llevado la caja fuerte que contenía cheques y dinero en efectivo. A los policías les pareció inverosímil que no hubiera mención de dinero en el robo.
Otro detalle fue que para el miércoles 25 de abril, dos días después de descubierto el robo, la coordinación de agencias del Ministerio Público todavía no tenía reporte oficial de la recepción de la denuncia, situación
que elevó las sospechas contra la empresa, pues no se veía que tuviera prisa en que se investigaran los hechos.
Lo que nadie vio fue que, en realidad, en la oficina receptora se había colocado el sello de recibido a la denuncia desde el mismo lunes 23, a las 17:30 horas, y como si se tratara de un robo más, a los representantes legales de la empresa les dieron fecha para la ratificación de la denuncia hasta el nueve de mayo.
Los que no tenían prisa, al parecer, eran las autoridades.
LOS CHEQUES
La mañana del lunes 23, mientras todavía se investigaba el robo, una llamada telefónica a las oficinas de Loma del Norte alertó sobre los alcances de los ladrones.
En un banco del Distrito Federal, una persona intentó cobrar un cheque. La operación mercantil fue singular porque el cheque era uno de los que estaban dentro de la caja fuerte de la empresa que, se supo después, también fue botín del robo.
La alerta sobre el cheque dejaba claro que además de los cartuchos, tintas y demás piezas robadas, los ladrones no habían perdonado la caja fuerte metálica, pesada, que estaba semi- oculta bajo el escritorio de uno de los directivos de la empresa.
De la misma caja fuerte habían desaparecido 50 mil pesos, lo que echó por tierra la versión inicial de que los ladrones dejaron intacto el dinero.
También era claro para los afectados que los ladrones eran expertos y, para consuelo, surgieron comentarios sobre robos similares en otras partes del país.
Simplemente en Torreón, en otra empresa dedicada al mismo giro, pero con oficinas como sucursal y no matriz, se cometió un robo a finales de 2006, donde el botín fue entre 1.5 y 2 millones de pesos, sin que generara la atención de la opinión pública.
En Guanajuato, también el año pasado, otra empresa competidora del mercado, que tenía cámaras de seguridad y agentes privados, también fue vulnerada, y los trabajadores amordazados.
El misterio no se ha aclarado. Durante la semana que siguió al robo, indignados por el señalamiento de que había sido un trabajo “de adentro”, los directivos de Loma del Norte abrieron sus instalaciones para
que reporteros verificaran el método que siguieron los ladrones, y rechazaron la acusación de “trabajo sucio”.
En esa inspección se supo que el boquete no era de 30 centímetros, como se dijo al principio, sino de casi un metro de ancho, más que suficiente para una persona.
Denunciaron que por el lugar nunca haya pasado una patrulla y cuestionaron la burocracia en el Ministerio Público que provocó que la denuncia quedara perdida durante dos días.
El robo, dijeron, fue profesional. La habilidad con que se hizo profundiza el misterio y la aparición de los cheques en la capital del país sugiere una red de delincuencia más extendida.
Un empleado de la empresa resumió: “Esto pensábamos que sólo ocurría en el Distrito Federal”.