Lo escandaloso no es que haya participado, de alguna manera, en los comicios recién celebrados en Yucatán, grave que lo haya negado. Si tuvieran un poco de pundonor en la Presidencia de la República, hubiera sido bastante con decir lo que en un principio adujeron, en el sentido de que las dependencias federales se concretaron a vigilar el destino de los programas sociales, indicando que el Gobierno Federal ha sido y será respetuoso de las políticas y estrategias de cada unos de los partidos políticos, incluyendo al PAN, así como de las decisiones de sus dirigentes y de sus candidatos.
El que los exhibe como mentirosos es Manuel Espino Barrientos, presidente de Acción Nacional, al pedir al jefe de la Oficina de la Presidencia, Juan Camilo Mouriño que: “No envíen desde Los Pinos –cuando hay elecciones- a operadores políticos que no se coordinen con la dirigencia del partido”. Es ésta la acusación más fuerte que hasta ahora se haya hecho al Gobierno que preside Felipe Calderón, el de involucrarse en comicios estatales, haciendo trizas la tan mentada, traída y mal llevada, democracia.
Al preguntar un reportero que si ello significaba, lo señalado por el líder panista, que durante el proceso electoral hubo operadores de Felipe Calderón en Yucatán, respondió: “¡Eres bueno para interpretar!”.
Iniciando así un sainete en que la Presidencia tuvo que defenderse diciendo que el Ejecutivo Federal, “en todo momento”, se condujo con “estricto apego a la Ley”. Algo debe hacer el presidente Felipe Calderón, dado que el ataque no proviene de un partido ajeno, lo que sería comprensible, pues es natural que dos corrientes políticas suelan andar como perros y gatos. Es el partido político en el cual se generó su candidatura el que, por conducto de su dirigente, hace la censura, lo que hace que adquiera cierto tinte de veracidad.
El Gobierno que dice no intervenir en comicios estatales, según lo denuncia el PAN, por boca de su líder, si se entrometió enviando operadores. Añadiendo, como quien no quiere la cosa, que Juan Camilo Mouriño es uno de los responsables de que el PAN haya perdido la gubernatura de Yucatán. -Todos sabemos que Mouriño es uno de los hombres más cercanos al presidente Calderón-.
Esto es una muestra sin lugar a dudas, que desde tiempo atrás hay una enorme fisura, que poco a poco se ha venido ahondando, entre el presidente Calderón y el dirigente panista. No lo creería si no lo estuviera viendo. ¡Espino es el encargado de ponerle piedras en el camino!
Desde la campaña de Calderón se ha escenificado una ruda batalla en que ninguna de las partes doblega a la otra. La pérdida en Yucatán pone de relieve que hay dentro del PAN una disputa por el poder.
Dos grupos se hallan en franca batalla, uno que encabeza el propio Espino y el otro el equipo del mandatario federal. El primero, hemos de suponer, que apoyado por un ex presidente con el malhadado propósito de no dejar gobernar tranquilo a su sucesor, ¡no se le vaya a ocurrir meter las narices en los millonarios manejos de instituciones que se establecieron en el sexenio pasado y en los negocios de una familia entroncada con la presidencial! Sí, ahí podría estar el leit motive del asunto.
Bien, esto de querer influir en el resultado de elecciones estatales, no es nada nuevo. Se ha intentado con o sin éxito, velada o abiertamente, con un gasto millonario, en cada ocasión, cuando se da un proceso de cambio de Gobierno en el interior de la República.
Lo que sucede es que se hacen las cosas con más o menos aseo o usando una medida grosera tratando de ganar comicios, creando las condiciones especiales para ensuciar la propaganda del contrario o efectuando una derrama millonaria para dejar sentado que la imagen de su candidato es la mejor, siguiéndose el cartabón de la última elección presidencial. El otro es un bribón, el que aquí apoyamos es casi un santo. San Francisco de Asís apenas sería un aspirante a monaguillo comparado con el postulante que apoyamos.
En fin, no rechacemos el dicho de Espino como si se tratara de palabras en respuesta anfibológica de un oráculo. De acuerdo con reciente encuesta de la organización de Consulta Mitofsky, acerca de qué tanto suelen mentir los mexicanos, llega a la conclusión de que en la práctica dos de cada tres compatriotas piensan que la mentira es necesaria y justificable.
Siendo así ¿cuál de las dos partes, en este caso, estará mintiendo? ¿La que atribuye a Los Pinos el envío de operadores políticos?, o ¿la que niega la injerencia, concretándose a argumentar que el presidente no metió, ni mete, ni meterá las manos, donde no lo llaman?
La encuesta de Mitofsky, a manera de ver de este colaborador, debió hacerse con hombres y mujeres que dedican sus ratos de ocio a la política. Distinto hubiera sido el resultado, aunque abrumadoramente dudoso ¿cómo diablos saber si los encuestados no mentirán al ser cuestionados?