EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

El negocio de ayer

Federico Reyes Heroles

“Nunca somos tan felices ni tan desdichados como nosotros creemos”.

La Rochefoucauld

El eco es ensordecedor. Por momentos causa aturdimiento: nada cambia, es lo mismo, siempre es lo mismo, nada cambia es lo mismo siempre lo mismo. Fraude, fraude, fraude medio siglo de fraudes; allí está 2006 como prueba; políticos que se enriquecen, una y mil veces, la lista no acaba, es lo mismo priístas, panistas, perredistas, verdes, lo que sea, llevamos décadas viendo la misma historia. Primero muy circunspectos y después aparecen las grandes casonas o las cuentas bancarias. Es lo mismo. Bombas por aquí y por allá, nunca acaban, ¿qué quieren? Lo que pasa es que la política no está abierta, eso los justifica, al igual que hace cuarenta años, nada ha cambiado es lo mismo; violaciones a los derechos humanos, ya lo sabemos, nunca cesan, para qué tanto cuento con la CNDH si las policías y el Ejército hacen lo que quieren. Y ahora de nuevo nos amenazan con “hiperinflación”.

El escepticismo crece cuando se habla de la violencia callejera, o de la guerra contra el narco o de la administración de justicia, o de los políticos, diputados, senadores, líderes sindicales millonarios, etc. ¿Qué ha cambiado se pregunta mucha gente? Vamos para atrás. Este país está podrido, no tiene solución. Los argumentos los escucha uno un día sí y el otro también. México vive días de desilusión, peor aún, de hartazgo. Todos somos, en alguna medida, responsables de ello. El problema es que siendo presas de esa actitud todos los matices se pierden, el enfado conduce y la ilusión de un mejor mañana no encuentra lugar. Atrapados en el torbellino de la autoflagelación no hay futuro promisorio, ni siquiera vale la pena intentarlo. Con la desesperanza instalada entre nosotros es difícil siquiera imaginar un mejor mañana. Por allí se comienza. ¿Cómo llegamos ahí?

Lo primero es quizá el veneno que introdujo la elección de 2006. La intención es clara: convertir a esa fecha en un nuevo acto fundacional: 1988 y 2006. En la lectura burda nada ocurrió entre las dos fechas. Con todas las deficiencias del 2006, es innegable que los dos expedientes son muy distintos. Entre las dos fechas hubo un quiebre definitivo en la concepción de las instituciones que rigen la vida electoral. La comparación es falsa. Pareciera que por momentos somos incapaces de asimilar los cambios que el país ha vivido.

“Miles y miles” de muertos decía un popular conductor de televisión para referirse al 68 y de allí brincar a las tropelías de fuerzas armadas en los operativos de 2007. El problema es que esos “miles y miles” de muertos nadie los ha podido comprobar y que las de varios conocedores nos remiten a menos de cien muertos y desaparecidos. Un horror, que quede claro. Pero en nada ayuda a la verdad jurídica e histórica seguir alimentando ese mito que se ha convertido en un muy buen negocio político. Decir que estamos igual que durante la “guerra sucia” es un despropósito mayor. Hace 20 años el término derechos humanos era manejado sólo por académicos. Hoy existe una creciente cultura al respecto además de la institución nacional y las locales. Por supuesto que sigue habiendo atropellos y no se debe bajar la guardia, pero decir que estamos igual que hace medio siglo es faltar a la verdad, mentir y las mentiras tienen consecuencias.

La pobreza crece sueltan con gran aplomo algunos “pobresionistas” que han encontrado en el tema un manantial inagotable. Hay sin embargo un pequeño problema tanto los indicadores nacionales como los internacionales muestran lo contrario. Pero lo que debiera ser una buena noticia viene a incomodar. Porque el pasado mexicano se convirtió en un gran negocio. Apuntalados en esas versiones que mucho tuvieron de verdad, es que se construyó el avance democrático del país. Pero tenemos que aprender a enterrar discusiones para así poder encarar la realidad. “Aumento general de salarios” fue la consigna de un legislador para poder así contender con la “hiperinflación” que se ha desatado. De nuevo ¿“hiperinflación”?. Al país le ha llevado décadas encauzar la economía. Hoy el Banco de México goza de un estatuto institucional muy diferente y cuenta con instrumentos. ¿Por qué envenenar a la opinión pública? Que hay presiones inflacionarias por supuesto pero es momento de enterrar el discurso incendiario.

Ni en democracia, ni en derechos humanos, ni en pobreza, este país es igual al de hace un cuarto de siglo. Por supuesto que hay rubros vergonzosos como lo es la realidad de los pueblos indígenas o la migración de connacionales, o los niveles de corrupción, o los educativos o el bajo ritmo de crecimiento. Pero usufructuar el pasado sin atender los logros, que también los ha habido y muchos, es convertir la política en una farsa muy irresponsable. Es claro que la evolución vende menos pero fomentar la ilusión revolucionaria, el cambio súbito, que tanto prestigio da, es irresponsable. Mientras no denunciemos las mentiras y admitamos los cambios, el hartazgo continuará.

Un ejemplo, justificar así sea de manera edulcorada los actos terroristas argumentando que es otra forma de hacer política válida ante la cerrazón, es una bofetada a la democracia, imperfecta, en la que muchos se empeñaron. No aceptar el avance en la lucha en favor de los derechos humanos es una auténtica afrenta a quienes se entregaron a esa batalla. No admitir la apertura informativa ofende. No aceptar ciertos beneficios de la apertura comercial es meter la cabeza en un hoyo.

Hay muchas injusticias que discutir, muchas causas que defender pero convertir al pasado en un negocio es una infamia.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 301374

elsiglo.mx