El premio Nobel de Literatura es ?indudablemente- el más alto galardón al que puede aspirar un escritor. Muchos dirán que es un premio politizado y como los ?Óscares?, cada año se orienta hacia diversas nacionalidades, como para guardar, si no las apariencias, al menos cierto equilibrio, lo que bien visto, no resulta tan malo. Digamos que es la forma en que hablantes del español, por ejemplo, conocemos la obra de escritores tan distantes, lejanos y ajenos, no sólo de nuestras latitudes, sino de nuestra idiosincrasia.
Cuando por el premio se traducen sus obras, descubrimos nuevas y originales formas de contar historias, vidas tan parecidas a las nuestras, con problemas y aspiraciones tan iguales que nos obligan a buscar un mapa e investigar ese lugar al otro lado del mundo, donde las personas viven, piensan y se preocupan por las mismas cosas que nosotros. Es entonces cuando el término ?humanidad? cobra sentido y se traduce en algo que hermana, que une, que identifica.
Otras veces encontramos autores, galardonados también con el máximo premio literario y cuyos textos nos resultan impenetrables, ?blindados?; aunque se hayan traducido bien, el estilo o el manejo de los temas son tan densos e irrespirables como deben ser las atmósferas de Júpiter o Neptuno.
El propio Alfred Nobel dejó dicho en su testamento que el de Literatura -uno de los cinco premios específicamente señalados por él? ?deberá entregarse, cada año a quien haya producido en el campo de la Literatura la obra más destacada, en la dirección correcta?. No en balde esto del premio Nobel de Literatura se presta a tantas confusiones e interpretaciones: ¿se refería Nobel a toda la producción literaria de un escritor o a una obra específica y determinada? También es curiosa la siguiente frase: ?en la dirección correcta?... la verdad es bastante ambigua y desorientadora, a pesar de la intención que guiaba al científico sueco. ¿A cuál dirección se habrá referido? Quién sabe, pero para no errarle, la Academia Sueca ha distinguido a escritores por una sola obra y también por una producción literaria amplia.
Dos galardonados han rechazado el premio: el ruso Boris Pasternak (1958) y el francés Jean Paul Sartre (1964). Recientemente, la austriaca Elfriede Jelinek, (2004) y el inglés Harold Pinter,(2005) no acudieron a recibirlo.
En los últimos diez años y gracias al premio, hemos tenido oportunidad de conocer a autores cuyos nombres jamás habíamos escuchado y leer sus obras, algunas excelentes, al grado de seguirles la huella a otros textos suyos y conocerles mejor; otros de difícil lectura y unos pocos francamente inaccesibles. Pero como en todo, en gustos se rompen géneros y lo importante es conocer y una de las formas más fascinantes (y económicas) de seguirlo haciendo es a través de la literatura.
Por primera vez desde 1901, cuando se instituyó la entrega de los premios, el año pasado se otorgó el Nobel de Literatura a un turco: Orhan Pamuk. Nativo de Estambul, nombre ya de por sí legendario y mítico que evoca historias de imperios, cruzados, tesoros, esclavos, piratas y sultanes. Este hombre, relativamente joven (54 años) escribe en turco y en su temática y reflexiones se advierte la influencia de la particular geografía de Turquía, que los hace tener un pie en Europa y el otro en Asia.
Después de que en los dos años anteriores Elfriede Jelinek y Harold Pinter no acudieron a recibir el premio, la presencia de Pamuk así como el emotivo discurso en el que rindió un homenaje especial a su padre y a la influencia que tuvo en su oficio de escritor, el discurso de aceptación de Pamuk se ha convertido en una pieza literaria en sí.
Entre diversas reflexiones, explicó lo que para él significa ser escritor: ?Contar las historias propias como si fueran las de otros y contar las historias de otros como si fueran propias?. Y de la literatura, una visión optimista, ?Cuando un escritor se encierra a escribir, está poniendo, consciente o inconscientemente, una gran fe en la humanidad, porque todos los seres humanos se parecen y por lo tanto, llevan dentro de sí heridas similares y se comprenden?.
En su novela ?El libro negro?, Celal Bey (uno de los personajes) es un periodista importante; escribe una columna diaria en uno de los principales diarios del país. Un día se reúne con tres viejos y reconocidos periodistas, a quienes admira y llama ?los tres mosqueteros de la pluma?. Ellos le ofrecen, en una conversación, 64 consejos sobre la profesión de columnista. Algunos de ellos:
Escribir por el mero placer del lector, deja al columnista en mar abierto y sin brújula.
Escribe no según la inteligencia del lector sino según la tuya propia.
No te sientes a escribir sin haber encontrado la primera frase.
Ten convicciones sinceras.
Y si no tienes una convicción sincera, que el lector se convenza de que estás convencido.
El lector es desagradecido como un gato.
El gato, que es un animal inteligente, no es desagradecido; simplemente sabe que no debe confiar en los escritores a los que les gustan los perros.
No te preocupes por gatos ni perros, sino por los problemas del país.
Escribe de manera fácil y te leerán con facilidad.
Escribe de manera difícil y te leerán con facilidad.
La lectura de Pamuk requiere paciencia y reflexión; es gratificante reconocerse o identificarse en esos personajes que recorren las calles de Estambul y otras ciudades turcas. Es finalmente, un viaje hacia la vieja Anatolia, Tracia y Constantinopla, con los ojos del siglo XXI.
(urow43@yahoo.com.mx).