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El ozono

Gilberto Serna

No existe cura, tendrá que cargar con esa Cruz durante el resto de sus días. Son las sabias palabras de los médicos tradicionalistas. Luego, está convencido de que paga sus culpas ya que los humanos somos dados a imaginar, peor cuando enfermamos, que alguien allá arriba, está pendiente de nuestros pasos para castigarnos como un padre lo hace para corregir la conducta de un hijo. Por más que juró no volver a hacerlo, es demasiado tarde. Sus bronquios están inflamados, ha fumado por más años de los aconsejables. Al paso de los años le duelen las piernas y un fuerte dolor se apodera de su nuca, acaso una molesta gastritis o de plano sus vísceras carecen de elasticidad, colgando como odres vacíos carentes de fuerza, reduciendo su capacidad para transferir oxígeno a la sangre. El cansancio se ha vuelto su habitual acompañante. La edad provecta lo alcanzó con la fuerza de un ciclón. La vida lo ha zarandeado volviendo difícil el simple esfuerzo de llevar aire a los pulmones. Está en el ocaso de la vida. Las caídas son frecuentes, se da de santos el no romperse la crisma, en cada una. Es usual que la memoria no sea la misma de antaño. Duerme poco, demasiado poco.

¿Qué hacer, ante el costo de vivir muchos años? ¿Qué se busca cuando los años se nos echan encima? la respuesta es: calidad de vida. Aspiramos a pasar una vejez con los menores achaques posibles. En fin, una de estas tardes, sentado en una de las bancas de la centenaria Alameda, a unas cuantas cuadras de su consultorio, charlaba con el galeno Pedro Andrade Rocha, Diplomado en Ozonoterapia. Me ponía al tanto de que el ozono fue descubierto en 1781 y es hasta mayo de 1840 cuando un químico alemán lo bautizó con el nombre cuya raíz griega significa exhalar un olor. ¿Ha olfateado usted el medio ambiente cuando hay relámpagos en una tormenta? pues, me explicaba, ese es el azono, una molécula compuesta por tres átomos de oxígeno formado al disociarse los dos átomos que componen el gas que habitualmente respiramos, uniéndose, una vez liberados, a una molécula que conserva sus dos átomos formando moléculas de ozono con una carga eléctrica negativa. El ozono se encuentra de forma natural en la estratosfera, a lo que se le llama capa de ozono, que actúa como un filtro que impide el paso de la radiación ultravioleta hasta la superficie donde habitamos los seres humanos.

A continuación, agregaría, los rayos ultravioleta pueden producir mutaciones genéticas en el ADN, propiciando el cáncer de piel, melanomas y cataratas, debilitando además el sistema inmunológico. –Se acomodaba los anteojos, con un movimiento de su mano, mientras hacía una pausa. A su pesar, queriendo ser sencillo, destilaba conocimientos con gran brillantez-. Debe usted saber, seguía, que los alemanes lo utilizaron en la primera guerra mundial de 1914 para sanar las heridas de sus soldados sufridas en los campos de batalla, dado que es un oxidante muy fuerte. El ozono, en grandes cantidades, es perjudicial para los seres humanos, afortunadamente para usos medicinales se puede producir artificialmente mediante un generador de ozono. La mayoría de las personas no está enterada de sus beneficios. Tiene una amplia aplicación al tratar diversas patologías, con un gran poder antiviricida, además de ser un potente bactericida, con propiedades antimicóticas. Así mismo se usa en aplicaciones tópicas. No es recomendable su aplicación en embarazadas, hipertiroidismo, hernia calcificada o espondilolistesis. -Al decirlo, por la mueca de su rostro, parecía querer dar una disculpa, tal como si le costara trabajo reconocer que no es una panacea o remedio para cualquier mal, eso que con ansia buscaban los antiguos alquimistas-. Es obvio que tiene sus limitaciones. Un sanador lo menos que desea es decepcionar a su paciente, pero se ve en la necesidad de cuando no se puede hablar con la verdad. Terminada su perorata, el facultativo se despidió, tenía por delante que atender una numerosa clientela.

Bien, leí este domingo en el periódico El Siglo que en nuestros días los “escapes” de las vacas –flatulencias- son más peligrosos para el planeta Tierra que los mofles de todos los automóviles y camiones juntos. La ganadería, dice un informe de la FAO, es responsable del 18 por ciento de los gases de efecto de invernadero que, al ser medidos en su equivalente de dióxido de carbono (CO2) lo sitúa por delante de los que emite el transporte. Si los países tienen la voluntad de reducir la propagación de gases que inciden en el calentamiento del globo terráqueo deberán reducir el 10 por ciento en el consumo mundial de carne, lo que contribuiría a disminuir las emisiones mejorando la salud de la población. En México zullarse gases estomacales es de lo más común, contaminando el ambiente y contribuyendo a la destrucción de la capa de ozono, unos más que otros, particularmente los que se retacan de garnachas en puestos callejeros y no se diga de los que consumen frijoles con tortillas, tres veces al día, como único alimento al alcance de sus bolsillos. Sus ventosidades resultan de antología.

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