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El PAN y la presidencia

Julio Faesler

el que el PAN haya llevado a la Presidencia de la República a un candidato que por su arrojo y persistencia derribó las puertas de Los Pinos, es una hazaña cuyo mérito nadie debe escatimarle. Haber abierto una nueva etapa política nacional probando la eficacia de la democracia electoral, dio al pueblo una lección de confianza en su propia capacidad de decisión que día a día se fortalece en el ejercicio de cada nueva elección estatal o municipal.

En nada oscurece este logro histórico el que el campeón de 2000, el empecinado personaje que llevó a buen fin esa gesta, haya tenido después una gestión de claroscuros y ahora, ya como ex presidente, esté dilapidando sin cordura el buen nombre que pudiera haberle quedado en la memoria de los mexicanos.

Ya bien iniciado un nuevo sexenio presidencial el PAN tiene ahora por tarea centrar su atención en la forma de cómo puede apoyar a Felipe Calderón, el segundo presidente de la República emanado de sus filas, en la realización de sus programas y la solución perdurable a los muchos problemas que se han venido acumulando a lo largo de los años y que requieren una atención urgente y eficaz.

Las metas de generar empleo, línea señera de su campaña, reducir la pobreza, elevar los índices educativos, limpiar la Administración pública, fortalecer las economías locales, abatir el crimen y la corrupción, son algunos de los componentes de un esquema mayor del Gobierno de Felipe Calderón. Llevar al país a un nivel de seguridad y progreso equitativo y a la concordia son los objetivos superiores que se esperan de su Gobierno panista.

El PAN tiene una responsabilidad precisa por ser el partido en el poder; no la de idear programas como retos para el futuro, sino la de apoyar y apuntalar las metas y estrategias emanadas de Los Pinos.

Estamos viviendo el fenómeno de que el partido en el poder parece querer asumir una responsabilidad de dirección en los quehaceres nacionales. La actual dirigencia del PAN concibe así su papel por lo que está librando una lucha sorda, sin precedentes, para injertarse en asuntos de decisión propiamente presidencial tanto en materias domésticas como el caso de Oaxaca, como en asuntos de política internacional con sus alusiones imprudentes sobre los presidentes de Venezuela y España.

Un partido no está para participar en acciones de Gobierno. De encontrarse en la Oposición se espera de él una evaluación a veces crítica pero siempre leal a los superiores intereses de la nación. En el caso de haber ganado la Presidencia, su papel está en propiciar que sus postulados inspiren las decisiones de Gobierno y en defenderlo frente a los adversarios políticos.

En la coyuntura en que actualmente se encuentra el PAN, la de elegir a su presidente de partido, los miembros de su Consejo Nacional deben decidirse por un líder que colabore y que no estorbe la acción del jefe del Ejecutivo.

A toda la ciudadanía nos interesa este proceso aunque pudiera aparecer exclusivamente interno. De su resultado depende el grado en que el presidente Calderón pueda cohesionar las fuerzas de su partido en un apoyo efectivo o de lo contrario, seguir tropezando con un factor que le disputa el poder.

México D.F., Octubre, 2007

juliofelipefaesler@yahoo.com

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