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El polémico Slim| Actitudes

José Santiago Healy

nunca imaginamos que el empresario mexicano Carlos Slim desatara tantas pasiones y controversias.

Nuestro artículo de la semana pasada en relación a la fortuna del magnate provocó el envío a este articulista de innumerables mensajes electrónicos.

Pero no todos fueron en su contra como podía esperarse en un personaje tan polémico y en ocasiones odiado en el interior del país. Digamos que un sesenta por ciento de los correos hablaron en su contra mientras que el cuarenta por ciento fue a su favor.

De las críticas más agudas destaca una de un lector mexicano que dice así: “Para el señor Slim su principal preocupación no es el bienestar de los menos afortunados, sino seguir enriqueciéndose y acumulando todo el dinero que le pueda sacar a los pobres clientes de sus empresas”.

Otro lector señala que Slim no tiene ningún mérito porque obtuvo del Gobierno un monopolio que ha explotado a su antojo. Y abunda: “Se le ha permitido abusar en su negocio cobrando llamadas y tiempos inexistentes. Se le ha permitido ejercer el monopolio en la telefonía y establecer tarifas que no competirían en otros lugares”.

La mayor parte de las críticas fue en tal sentido y otras más hicieron mención de que los recursos económicos que las empresas de Slim destinan a obras sociales son ínfimos comparados con sus enormes utilidades.

Otro lector de Yucatán no se anduvo por las ramas con sus críticas: “Crea Carlos Slim empleos… pero de baja calidad, gente que trabaja porque necesita un seguro o ganar algo para al menos vivir, pero una cosa es vivir para trabajar (que es lo que la mayoría de sus empleados hace) que trabajar para vivir. Este señor no emplea, mal emplea. Y hasta me atrevería a decir que es un empresario esclavizador de mexicanos, al antiguo estilo”.

Y luego arremete: “Forbes no debería calificarlo como el hombre más rico del mundo, debiera calificarlo como el rey de los pobres en un país como México en donde la pobreza no son 20 millones sino 50 millones”.

Pero también hubo comentarios favorables, curiosamente casi todos provenientes de estudiantes mexicanos y de algunos lectores del extranjero, en especial Colombia y Perú en donde tenemos entendido el imperio de Slim tiene metidos sus tentáculos a través de la telefonía celular.

Un universitario extranjero lamenta los ataques contra Slim al señalar que son parte de “una cultura que trata de sepultar con sus envidias y sus egoísmos los logros de aquellas personas que con su innegable esfuerzo surgen con éxito en economías donde la pobreza merma el espíritu triunfador de aquellas personas que quieren demostrar que desde América Latina se puede ser el número uno del mundo”.

Otro estudiante de Tijuana, Baja California, menciona que el artículo lo hizo reflexionar “sobre todo al momento de darle el enfoque de por qué no reconocerlo (a Slim) por ser exitoso como a un deportista en su caso”.

Obviamente nada de lo dicho aquí es nuevo, pero me sorprende saber que a final de cuentas los hombres millonarios de los países en desarrollo como es el caso de México despiertan tantas antipatías, animadversión y críticas pasionales que en la mayoría de los casos es infundada.

¿Será parte de la cultura y la educación que durante décadas tuvimos en México en donde los buenos fueron los revolucionarios y los malos fueron los empresarios y los hacendados?

¿Por qué en Estados Unidos la figura de Bill Gates es objeto de tantas simpatías mientras que en suelo azteca los magnates son tan odiados y cuestionados?

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