Hace un año que se fue Fox, ya su cumplió uno con Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Es poco práctico hablar de la labor que el presidente de México ha hecho por los mexicanos, si el análisis se hace desde la provincia. Pero si se puede hablar de lo que en el ámbito local impactó, que el panista Calderón se hiciera del poder, por aquello del reparto del pedacito de poder real regional que mantiene el panismo, léase el municipio de Torreón, que está convertido en una isla azul rodeada de un océano priista, que ni en todo Coahuila y Durango puede encontrar algún colega fuerte.
La ciudad de Torreón políticamente está en el peor de los estadios, vale para eso hacer una sumaria descripción del reparto de poder. El alcalde actual es del PAN, pero de esos del rancio pensamiento, para bien y para mal, y el gobernador del PRI, y oriundo de Saltillo, además del PRI populachero, ese que es igual de ideológico que el ala del partido Acción Nacional a la que pertenece el presidente municipal, así que de ahí se va de la greña. Más, el gobernador del Estado de Coahuila, profesor Humberto Moreira detesta al PAN, y el presidente es de ese color. La situación se agrava con los pleitos que el profe protagonizó con la Administración de Vicente Fox Quesada, que hace que cualquiera -en este caso el equipo calderonista- se lo piense dos veces para encontrar el modo de la relación con el Gobierno Estatal de Coahuila.
En lo más fino, las ligas fuertes de los blanquiazules de la zona, son del bando rival del edil torreonense, ¿algo más?
Por partes en eso de las ligas. Jorge Zermeño Infante, tras su larga carrera partidista, se convirtió en el coahuilense institucional que más apego tiene con el presidente Calderón, de ahí que su partido lo hiciera llegar a la Cámara de Diputados vía plurinominal, para convertirlo en el presidente de la propia mesa directiva. Zermeño fue a quien se le encomendó la tarea compleja de manejar la convulsionada toma de protesta constitucional del Ejecutivo federal, así como la conducción de San Lázaro en tiempos de tormenta. Por su desempeño, Zermeño le fue designada la Embajada de México en España, una especie de premio de consolación.
El senador Guillermo Anaya Llamas, político capaz -particularmente para ganar elecciones constitucionales- en su fulgurante carrera (diputado local, diputado federal, alcalde, senador) convivió cuando ocupada una curul que consiguió luego de la victoria electoral en aquel dos de julio de 2000; el efecto Fox lo llevó sin problemas al Distrito Federal. Fue precisamente en esa Legislatura cuando Anaya se le acercó a quien fue el líder de la fracción de su partido en la primera mitad del sexenio foxista: Felipe Calderón.
La simpatía del ex alcalde Anaya le fue de utilidad para granjearse la confianza del hoy presidente. Sin embargo, los dados están del otro lado. Los que dicen saber de política señalan que el preciso no hace en el mundo a Pérez Hernández, quien se la ha pasado peleando con Moreira para perjuicio de sus gobernados.
Vaya, Calderón ha venido más a La Laguna a eventos sociales que de trabajo. La boda de Jorge Zermeño y al bautizo de una nena de Guillermo Anaya, quien por ello se ha convertido en el primer compadre -quien sabe cada cuándo se acuerde Calderón de eso-.
La posición en política es pues en frágil, ni hablar, las ligas de Calderón en La Laguna y el profesor priista en Saltillo no es lo más recomendable, pero eso ha pasado en este último año. El anuncio del presupuesto especial para la zona metropolitana es una novedad que da un refresco a las desafortunadas circunstancias descritas, aunque eso le corresponde al legislativo, y la institucionalidad que Calderón ha demostrado puede ayudar a que vengan tiempos mejores.
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