Tenemos la noción de que el tiempo se va, irremisiblemente; por eso intentamos detenerlo un poco y lo consignamos en un calendario de 12 meses que se repite y se repite. Pocas veces –y personas-, hacemos un alto consciente e intensivo para revisar, reflexionar o sencillamente, echar un verdadero y objetivo vistazo hacia atrás, con el propósito de analizar, seleccionar y rescatar lo que nos agrada de lo que preferimos olvidar. Las páginas del calendario, a la vez que aparecen nuevas cada mes, se dejan atrás, se pasan, se arrancan, se olvidan…
Pero el final de cada año, límite de tiempo inventado por la humana necesidad de llevar cuentas, nos obliga, aunque sea momentáneamente, a hacer un alto, regresar mentalmente hacia esos meses que ya se fueron; a veces no queremos detenernos demasiado en el ejercicio; se regresa con nostalgia y sonreímos a los recuerdos agradables, pero nos saltamos los difíciles que aún lastiman. Sabemos que los mismos meses regresarán a partir de la nueva cuenta que inicia dentro de dos días: 365 nuevecitos repartidos en 12 meses con idénticos nombres, pero sin usar, para ser estrenados y vivirse, al menos en teoría, con la experiencia asimilada y con la posibilidad de no desperdiciarlos esta vez ni repetir errores.
Al final de cada año se renueva la esperanza de que el siguiente será diferente, mejor en todo sentido; esa idea es parte del pensamiento mágico que todos tenemos; y ayuda el que los meses, con los mismos nombres, se sucedan en idéntica secuencia, para presentarse ante nosotros limpios, hojas en blanco divididas solamente en días y semanas que cada quién deberá llenar. Además, el factor misterio-sorpresa- contenido en ese espacio blanco, nuevo, no usado, nos llena de esperanza. Y la esperanza, -hermosa palabra- “es aquel estado de ánimo”, dice el diccionario “en el cual se nos presenta como posible alcanzar lo que deseamos”. Pronúnciela bien: es una palabra preciosa, abierta, amplia, llena de promesas. Por eso al iniciar cada año nos prometemos ser mejores, diferentes, corregir errores, empezar “de nuevo”. Viéndolo bien, la esperanza es nuestro recurso más renovable, y eso es invaluable porque la pura verdad, en el mundo actual y en nuestro país, es dificilísimo tener esperanza.
Y es que echemos una ojeada rápida, ya no digamos a las propias e individuales razones por las que flaquean nuestras promesas personales, sino al entorno mundial y nacional: siguen saliendo Hugos Chávez; ya asesinaron cobarde y fanáticamente a Benazir Bhutto; ahí están los Fox tan campantes, disfrutando de la vida en su rancho que ya tenían “desde antes” y donde casi ni pasan tiempo como prometieron; vea qué ahorradores son los diputados federales, que al final del año se reparten, resguardados por partidas nebulosas e irrastreables, 53 millones de pesos; ahí está la maestra Gordillo diciendo que la SEP ha “corrompido a los maestros”; bueno, no se le hace la boca chicharrón porque ya la tiene; y…¿verdad que es difícil hacer promesas y sostenerse?
Todas nuestras humanas intenciones de cambio al iniciar cada año duran apenas una semana, si bien nos va. Es realmente arduo y penoso mantener un cambio, romper hábitos, conservar una actitud diferente, en pocas palabras: perseverar. No en balde se dice que el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones. Y cada uno conoce su propio infierno. Seamos francos: es verdaderamente difícil empezar a hacer algo que nos cuesta esfuerzo y que nos exige voluntad, a pesar de que los razonamientos objetivos nos indican cuál es el camino a seguir para cambiar lo que cada quién sabe que quiere y debe cambiar: este año, después de iniciar la dieta, sostenerla; hacer ejercicio, dedicar más tiempo a la familia, ver menos televisión y leer más, concretar ese proyecto abandonado porque “no tengo tiempo”, etc., etc.
Cada quién debe hacer su propio esfuerzo. Los meses del calendario se repiten, pero se van acumulando en años y ésos sí que no regresan. Nosotros no podemos cambiar al mundo ni a México. Lo único que podemos es intentar cambiar nosotros y nuestro entorno, y no perder la esperanza de que cambiando todos un poquito, logremos ver realizada una parte de lo que esperamos. De modo que aquí comparto algunas ideas profundas de personajes sabios que pueden resultar inspiradoras para empezar el año con el propósito verdadero de hacer algún cambio y renovar nuestro espíritu de esperanza:
* “El momento perfecto para empezar una nueva tarea no es mañana o la semana próxima: es exactamente ahora”. Arnold Toynbee.
* “Sólo queda un día, siempre empezando: nos es dado al amanecer y se nos retira al anochecer”. Jean Paul Sartre.
* “Soñé -¡maravilloso error!– que tenía una colmena aquí dentro del corazón. Y las doradas abejas hacían blancas celdillas y dulce miel de mis viejos fracasos”. Antonio Machado.
* “Cambios pequeños; pequeños logros. Son el papel moneda de mi perseverancia y finalmente, de mi vida”. Barbara Kingsolver.
Y mi favorita:
* “El tiempo es una cosa creada, decir: ‘no tengo tiempo’ es como decir: ‘no quiero’”. Lao Tzu.
¡Feliz Año Nuevo 2008!
urow43@yahoo.com.mx