Una medida, que cada día que pasa se hace más necesaria, es que el actual presidente Felipe Calderón Hinojosa se decida a poner orden en su casa. Es difícil que alguien en estos momentos dude que en el partido, del cual surgió como candidato en las pasadas elecciones, le esté jugando la contra aprovechando el resultado tan cerrado que provocó la incertidumbre de si en verdad obtuvo o no el triunfo en las urnas. No es una sino varias las ocasiones en que le demuestran que no cuenta con el partido que lo postuló. No se han concretado a dejarlo solo sino que deliberadamente le prenden fogatas tomando decisiones que contradicen sus esfuerzos por tener el control de los asuntos políticos en el país. La regla de oro de que el presidente saliente debe permanecer callado, con el fin de dejar gobernar al entrante, está siendo vulnerada. En política los sentimientos de gratitud carecen de sentido.
El asunto recuerda cómo el general Lázaro Cárdenas decide quitarse de encima al ex presidente Plutarco Elías Calles, al que no obstante le debía el cargo, le estaba estorbando por su inveterada intromisión para tomar a plenitud el mando que debe tener un mandatario. Lo puso arriba de un avión y lo mandó fuera del país en un dramático episodio del que mucho se habló en su tiempo. Creo que los hombres deben tomar duras decisiones cuando de ejercer el poder se trata. Al ex presidente Gustavo Díaz Ordaz lo mandaron de embajador al otro lado del mundo. A Luis Echeverría Álvarez lo enviaron a unas islas que más parecía un destierro que un nombramiento. Allá fue a parar el tercermundista con todo y sus remordimientos.
A José López Portillo no necesitaron moverlo ya que su única obsesión fue las faldas, no le importaba otra cosa. Luego vendría Miguel de la Madrid que permaneció en el país dedicado a no hacer nada, tal como había hecho al asumir la Presidencia por lo que no hubo necesidad de pedirle se fuera a echar pulgas a otra parte.
En cambio su sucesor Carlos Salinas de Gortari se exilió agobiado por el sentimiento popular de que hizo cosas que no se perdonan. Aun quien le siguió, Ernesto Zedillo Ponce de León, salió del país para ocupar una cátedra en prestigiada universidad extranjera.
Lo que se advierte es que los ex presidentes se han alejado voluntariamente, por que las circunstancias lo aconsejan o se les ha obligado a abandonar nuestras tierras considerando que su presencia es non-grata, eufemismo detrás del cual se esconde la verdadera razón de que no esté dando la lata. Esto no se le ocurrió a ningún experto politólogo.
Es una necesidad debido a que quien deja Los Pinos en sus seis años acumuló tan inmenso poder que no se desvanece de un día para otro, requiriendo que todos se enteren para bien de la nación que el mando se trasladó completamente a otra persona... Mientras no sea así es lógico que los observadores se den cuenta que hay un presidente débil al cual le pueden poner zancadillas sin que les traiga consecuencias.
Eso ha venido haciendo impunemente Manuel Espino, líder del PAN. No solamente ha demostrado una y otra vez que no le teme al poder político del presidente sino que constantemente da a conocer que el partido es suyo y de nadie más.
Aprovechó que Calderón, era aguijoneado por un sentimiento popular de que las boletas electorales fueron manipuladas, para meter a los líderes de las bancadas panistas en las dos Cámaras en contra de la gente que aquél quería tener. En el hervidero de la campaña por la Presidencia se fue a España sin cuidarse de demostrar algo de simpatía al candidato de su partido. Hizo otras cosas sin tomar en cuenta el liderazgo que representa un presidente emanado de su agrupación. Juega al ?tope borrego? considerando que nadie debe meter las manos en lo que considera sus dominios.
Creo que ha llegado la hora en que Calderón debe cerrar filas a su alrededor dándose cuenta que es el presidente de la República. El poder no se comparte. Habrá de quitarse de encima el lastre que le dejó su antecesor. Debe desembarazarse de quienes no le son leales. Si la marcha de hace dos días no lo alerta, cuando quiera hacer algo puede ser demasiado tarde.
Los dineros que costean estas manifestaciones podrían indicarle, siguiéndole el rastro, de dónde vienen. El cacerolismo no le hace bien al país, no le hace bien al presidente, no le hace bien a nadie. Estos son tiempos en que hay que actuar como en el ajedrez moviendo las piezas adelantándose a los demás. Siempre se debe ir a la cabeza. Debe recordar el presidente Felipe Calderón que en política, ya se ha dicho reiteradamente, los amigos son de mentiras en tanto los enemigos son de verdad.
No debería amilanarse yendo a refugiarse en las barracas militares. El ex presidente Díaz Ordaz lanzó una cuchufleta de las que acostumbraba cuando renunció a la Embajada de México en España. Era aficionado al golf, donde se encontraba en Guadalajara cuando un reportero le preguntó que cómo seguía de sus ojos, a lo que respondió que no sabía qué enfermedad lo aquejaba, pero que en esos días veía dos presidentes.