Las relaciones oficiales del jefe del Gobierno del Distrito Federal y el presidente de los Estados Unidos Mexicanos no se han conducido como lo esperábamos en dos ilustrados miembros de partidos adversos, mas no enemigos.
Es la política, que todo contamina y revuelve, donde radica la mayor dosis de la culpa. Al gobernador del Distrito Federal se le echó cuesta arriba pactar una obra pública indispensable para los habitantes del área metropolitana bajo su cuidado y sólo para no quedar mal parado ante quien se dice presidente “legítimo” de México: Andrés Manuel López Obrador.
Así pues todos los habitantes del DF, incluida la mayoría de ciudadanos que votaron a su favor, podrían sufrir graves riesgos en sus vidas y en las de sus familias debido a que no se podrá mejorar el cupo y la eficiencia del actual sistema de drenaje público del área conurbada metropolitana y nada más para que el señor Marcelo Ebrard pueda hacer ostensible una pueril actitud de niño bien que se niega a “estajar” con la palomilla del barrio y dice: “Yo no me junto con ese güerco”.
Habrá sin duda quienes interpreten la respuesta de Ebrard como la expresión de una sólida unidad ideológica con López Obrador, con el Partido de la Revolución Democrática y con su nuevo engendro, el Frente Amplio Progresista. Otra falacia, pues no nos explicamos cuánta solidez ideológica pudieran demostrar quienes en un tiempo disfrutaron del pastel del PRI con gruesas rebanadas y luego recorrieron el camino transitado por la izquierda mexicana que en el siglo XX solía brincar de un partido a otro para acabar en el intento de la formar una nueva organización política para oponerse a todo.
Pertenecer a la “izquierda” constituye ahora una simple postura intelectual adoptada por algunas facciones del PRD que antes saborearon las mieles de otros panales políticos. Como también sucedió en el partido Acción Nacional, los militantes de la izquierda mexicana son “neoperredistas” que alguna vez se arrimaron a la pasta grande del viejo PRI donde siempre hubo mucha competencia: ramonearon lo que pudieron y emigraron a donde pudieron hasta que llegó el secano –oh, manes de Cuauhtémoc el indispensable y Porfirio el eterno— y entonces advirtieron la llovizna plurinominal de chambas en el sistema electoral y allí encontraron la oportunidad de mover quijada y seguirla moviendo; ¿quién podría discutir su pleno derecho para hacerlo?
Más inteligentes que el señor Ebrard han sido los otros siete gobernadores del PRD, incluida la señora gobernadora de Zacatecas, porque con responsabilidad institucional pensaron en sus estados y en sus electores antes que en las instrucciones histéricas del señor López Obrador.
Una imparcial atingencia tendría igualmente el diputado Carlos Navarrete, líder de la fracción del PRD en la Cámara de Diputados, al asumir la cortesía de aclarar ante el presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, que “la izquierda” mexicana no comparte la evidente perturbación mental del ex diplomático Gustavo Iruegas y de otros de su misma laya cuando le gritaron que su visita resultaba “non grata” a la izquierda y por lo tanto no era bienvenido en México.
Nuestra “izquierda” —sea lo que sea, sean quienes sean— debe crecer, madurar y dar frutos para bien de la República y de los que en ellos creen. Un primer paso en tal dirección lo podrían dar si pudieran alejarse de esa patética Oposición desde el victimismo que sólo es grata ante la torcida mente de un “ego” desequilibrado; porque la frustración es mala consejera y peor conductora. Por el cauce del absolutismo arbitrario patente en el PRD podrían fugarse los recursos fiscales existentes en las bien nutridas arcas del Gobierno del Distrito Federal, el cual, una vez en la inopia, dejaría de prestar los servicios públicos que ahora tiene a su cargo. ¿Es una descabellada idea?.. Quizá, pero peores hemos visto cuando la puerilidad y la obsecuencia a un hombre autoritario convertido en déspota se ha impuesto sobre la racionalidad y la sensatez. Recordemos a Echeverría, a López Portillo, a Miguel de la Madrid, a Salinas de Gortari y a Vicente Fox...
¿Queremos tener ahora a un mandamás de ese talante sostenido por la izquierda mexicana?..