Los vuelos de Cliserio
Como el pasado día diez de octubre lo informó El Siglo de Torreón, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) hizo público que Jesús Antonio Rodríguez es el más reciente ganador del Premio Nacional de Obra de Teatro para Niños, convocado por el Conaculta, el Icocult y el Teatro Isauro Martínez (TIM).
Hay en esto varios motivos para brindar con unas frías, pero además sorprendentes coincidencias de las que hablaré líneas más abajo. El primer motivo de festejo es que en veinte años que tiene el premio de existencia es la primera vez que un lagunero se hace merecedor del galardón. El ganador del Premio, Jesús Antonio Rodríguez, es también conocido como Frino. Nació en Torreón en 1977, es licenciado en Sociología por la UA de C y estudió Composición Musical en la Facultad de Música de la UANL. Tiene una Maestría en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, y como músico ha colaborado con Chichito Cabral, Jaime López y Guillermo Briseño, entre otros. Ha presentado su trabajo en Argentina, Chile, Perú, Panamá, Ecuador, Cuba, Uruguay y en numerosas ciudades mexicanas.
De acuerdo con el acta del jurado, la obra escrita por Antonio Rodríguez, alias Frino, “cuenta con la adecuada estructura dramática, temas interesantes, acertadas metáforas escénicas, sentido del humor, rasgos de identidad nacional y amor a nuestras raíces, al tiempo que asimila los cambios que impone la modernidad”.
El segundo motivo para brindar con sotol del fino (y del Frino) es que en el centenario de nuestra ciudad la obra ganadora -El vuelo de Cliserio- toca temas y espacios no sólo nacionales, sino totalmente comarcanos. Aquí empiezan las coincidencias: la obra, premiada el diez de octubre de este año, está basada en hechos reales ocurridos en Torreón, 57 años atrás, ni un día más ni un día menos, es decir el diez de octubre de 1950:
Cliserio Reyes, un joven campesino, se trepó a la cola de un avión DC-3 segundos antes de que éste despegara. Tras unos minutos, el avión tuvo que regresar. De acuerdo con las notas periodísticas de entonces, lo que motivó a Cliserio a viajar de mosca en un DC-3 fueron sus ganas de volar. Sus puras ganas de volar. Y eso ya da una idea de lo tercos que podemos ser los de La Laguna. No en vano le arrancamos flores al desierto.
Pero la historia de Cliserio no acaba allí: por poner en peligro la vida de los pasajeros, el aterrorizado campesino fue arrestado y llevado a los separos de la Prisión Municipal apenas el avión tocó tierra. Las ráfagas de viento que había enfrentado en las alturas le habían arrancado la ropa, y sólo le quedaban unos gogles y una gorra de aviador. Sin embargo, de acuerdo con el capitán Silvio Berrón Marín, la aventura del campesino “causó tal revuelo que, literalmente, llovieron miles de cartas y mensajes pidiendo el perdón para Cliserio Reyes. Fue tal el clamor, que la empresa aérea retiró los cargos y decidió costear todos los estudios hasta hacer realidad los sueños de Cliserio de convertirse en piloto”.
Hay aquí otra coincidencia: ambas notas, la de la aventura de Cliserio Reyes y la del premio concedido a la obra teatral inspirada en esos hechos, fueron publicadas por el periódico que ahora mismo tiene usted entre las manos: El Siglo de Torreón.
Dejo al final la mejor coincidencia de todas: en el año en que Torreón cumple su primer siglo, la comarca ha dado muestras de que es un oasis. Así hemos visto nacer en los últimos meses novelas (Iniciación en el Relámpago, de Saúl Rosales), libros de cuentos (Ya no hay trenes, de Rosario Ramos), obras de teatro (El vuelo de Cliserio), viñetas (los trabajos de Tábata Ayup en Estepa del Nazas)… que celebran y proyectan la identidad lagunera. Todas estas son formas de decir “aquí estamos”. Vamos, hasta el Santos anda como Cliserio, por las nubes.
Comentarios: Vicente_alfonso@yahoo.com.mx
