De farra con García Márquez
Hace un par de días el mundo se escandalizó con la noticia vieja de que el gobierno iraní había prohibido Memoria de mis putas tristes, la más reciente novela del maestro Gabriel García Márquez. Publicado en aquel país bajo el título “Memoria de mis tristes enamoradas”, el libro provocó el enojo de las autoridades iraníes, que habían autorizado su publicación “por error”. Hace un par de años, esta novela arrancó más de un sermón y muchísimos golpes de pecho en este lado del mundo. Aprovecho para rescatar mis impresiones sobre estas páginas. Por cierto, muy pronto llegará a las pantallas la versión cinematográfica de El amor en los tiempos del cólera, que será el tema de otro esquilo.
La historia es sencilla: en su cumpleaños número noventa, un periodista desea pasar una noche de amor loco con una adolescente virgen, lo que da pie a situaciones en apariencia triviales, pero en realidad clavadas en la entraña de la esencia humana. Memoria de mis putas tristes no es -ni pretende ser- una colección de perversiones, tampoco una retahíla de anécdotas narradas con romanticismo de abuelo. Mucho menos es un código de ética y moral (quien espere moralejas lea la basura de Carlos Cuauhtémoc Sánchez o la Guía para padres de Vamos México).
García Márquez no es ajeno a la polémica que brota cada vez que publica algo. La discusión y el diálogo hacen avanzar al hombre, pero esta vez los enfrentamientos se dan en un terreno banal, estéril, pobre. La disputa es triste porque se remite sólo al nombre del libro, y muy poco a su forma y su fondo. Quizá son ecos de cuando el hoy ex secretario del Trabajo, Carlos Abascal, condenó por sacrílegos al mismo García Márquez por los Doce Cuentos Peregrinos y a Carlos Fuentes por Aura, una gran novela. Pupilos de Torquemada, hubo aquí en México medios de comunicación que presentaron la novela de García Márquez como Memoria de mis prostitutas tristes, o incluso Memoria de mis sexoservidoras tristes.
Un detonador para esta obra fue La casa de las bellas dormidas, del japonés Yasunari Kawabata. La historia llevaba rondando al menos veintidós años en la mente del Gabo, que había tratado ya en 1982 de exorcizar ese fantasma en el cuento El avión de la bella durmiente, sólo que a diez mil metros de altura entre París y Nueva York. El protagonista dice: “la contemplé palmo a palmo durante varias horas, y la única señal de vida que pude percibir fueron las sombras de los sueños que pasaban por su frente como nubes en el agua”.
Pero más allá del título, Memoria de mis putas tristes es una inmersión en temas vitales que desvelan a todo ser humano. A una edad en que la mayoría de los mortales ya están muertos, el protagonista es un hombre que busca reconocerse cuando ve en el horizonte su primer siglo de vida. Hablamos de un soltero insólito con una ética propia, que advierte: nunca me he acostado con una mujer sin pagarle. Según sus cuentas, ha estado al menos con quinientas catorce mujeres distintas, y sin embargo apenas soporta el peso de una sentencia terrible: no se ha enamorado ni una vez.
Lo que no lograron quinientas catorce mujeres con sus aderezos y estrategias para las artes de la cama, resulta sencillo para una jovencita de catorce años, que lo consigue sin la necesidad de despertar: envuelve al anciano en un amor pegajoso, denso, y lo lleva a replantear sus esquemas. Y así como Delgadina envuelve al hombre en la sutil pero resistente red del enamoramiento, Gabo, el maestro, embosca a los lectores en cavilaciones densas que parecen sencillas en su prosa lumínica. Cito sólo algunas frases, pero estoy seguro que lectores más certeros que yo encontrarán muchas. El libro magnifica las ventajas de la edad y la experiencia: El mesón en el que escribo parece mejor con el paso del tiempo (pág. 25), no había aprendido a querer el gato, pero tampoco tenía corazón para ordenar que lo mataran sólo porque era viejo. ¿Dónde lo decía el manual? (pág. 77).
Las 109 páginas de la novela son un campo minado de frases y símbolos con una contundencia demoledora: El sexo es el consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor (pág 69), La fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices sino los contrariados (pág 66). Si aún no lo ha hecho, ya no lo piense tanto: váyase una tarde de putas con Gabriel García Márquez.
Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx