No es la primera vez que se hace. Más allá del peso de los tratados, acuerdos y prescripciones legales que formulen las autoridades electorales cabría tener confianza en las reglas de la caballerosidad y decencia humanas. El principio de que no hagas a los demás lo que no deseas para ti mismo, estará vigente mientras hubiese un tribunal que castigara los abusos de poder. En pasadas elecciones, practicadas en una de las entidades del país, hubo el robo de bienes dedicados a la campaña política del otro partido, que provocaron se disminuyera el prestigio del candidato bribón. La exacerbación de los ánimos suele producir conductas inadecuadas cuando no se tiene en cuenta lo que quiere el elector. La mentira, el engaño y la torpeza crean un ambiente hostil que la ciudadanía no permitiría si en su mano estuviera el poder hacerlo. Lo que ahora ha ocurrido en el estado de Veracruz es un bumerán que dará con violencia en los rostros de quienes generaron la idea de que la gente no se entera de lo que hacen nuestros gobernantes. Es quizá que olvidan o no les importa, que quien en política tiene ojos acostumbra a ver lo que pasa y el que tiene oídos escucha lo que acontece a su alrededor.
Las personas perjudicadas por el huracán Dean, que sembró zozobra y destrucción a su paso, denunciaron en los municipios de Poza Rica y de Tecolutla, ante el presidente Felipe Calderón, el uso proselitista de la ayuda que proporcionaba el Gobierno Federal, indicando que las despensas, al aproximarse los comicios para elegir diputados y alcaldes, eran cambiadas de las cajas originales en que venían empacadas para introducirlas en otras de color rojo, con el nombre del gobernador Fidel Herrera. Este señor compitió por el cargo que hoy ocupa obteniendo un cuestionado triunfo electoral. Es el mismo que participó en la exoneración de una partida militar indicando que la muerte de la indígena Ernestina Ascencio Rosario en la Sierra de Zongolica se debió a lesiones inferidas por agresores en lo que fue un crimen, para después cambiar diametralmente la versión señalando como causa del deceso una anemia aguda por sangrado del tubo digestivo. Usar el dolor de las gentes para medrar políticamente es a todas luces reprobable.
Las bolsas rojas es un recurso que deja en claro que debe llevar a los cabildos y a la Cámara local de Diputados, a personas que requieren que sus candidaturas sean impulsadas mediante el subterfugio de un apoyo embustero. Eso es total y rotundamente inadmisible. Crear un ambiente de falsa conmiseración para obtener el voto, no sólo es una estafa si no también una burla al pueblo de aquellos lugares. Es tolerar la infamia de un invento aprovechando la necesidad del que ha sufrido la pérdida de su patrimonio. Es propio de un tramposo que utiliza con fines propagandísticos la ayuda que proporcionan otros. A eso se llama, en buen castellano, saludar con sombrero ajeno. Los gritos de los afectados por el meteoro se escucharon hasta la Luna. Necesitamos ayuda, que no la condicionen, que no la usen los partidos, sepan que nos quedamos sin nada. Dice la nota que Calderón, el presidente, escuchó voces de coraje, rencor, decepción y desesperación, aunque también voces de tristeza y de pena. Temprano en la capital del país, había decidido asistir a esos lugares para acompañar a los damnificados en su pesar y mostrarles su preocupación. Nunca imaginó lo poco que podía ayudar su sola presencia. Lo que hacen todos los que en casos de desastre naturales es nada ante lo vertiginoso del viaje y la imposibilidad material de satisfacer de inmediato las peticiones angustiadas de sus habitantes.
El embarrarse de lodo los zapatos y las perneras, pudo haber pensado, bien vale una foto en los periódicos. Los cuatro helicópteros, en uno de los cuales volaba el presidente, en los demás su comitiva, descendieron en un claro de Tecolutla. Los vecinos se arremolinaban pidiendo apoyo. Después se trasladaría a Tulancingo en cuyas calles caminó a tropezones. Hubo gritos y jaloneos, el cerco de seguridad del mandatario fue rebasado. Ni la gorra militar de cinco estrellas pudo evitar que la gente desesperada, convertida en iracunda turba, le cerrara el paso. En fin, sea por Dios y venga más, querer remediar las carencias de quienes sin tener nada lo pierden todo, es una equivocación. La escenografía montada para que se luzcan los políticos produce el doble efecto de que haya un baño de pueblo, pero al mismo tiempo revela que no se requiere de un huracán para mostrar las miserias del pueblo. Las sufren todos los días, todas las semanas, todos los meses del año. De día y de noche. Desde la cuna hasta la tumba. Después de todo, la pobreza es ancestral, el huracán Dean sólo descorrió el velo que la cubría y la presencia del Ejecutivo la evidenció a los ojos del mundo.