El Sol Azteca podría sumirse en una de las crisis más graves de su historia si pierde la elección en la tierra de los Cárdenas.
Nunca como ahora, el PRD se había jugado todo en una sola elección. Es de tal modo grave la situación en ese partido, que la derrota en Michoacán lo colocaría ante una de las crisis más graves y profundas de su historia, más grave incluso que los escándalos de Rosario Robles y René Bejarano; más grave que el distanciamiento del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas hace dos años.
Considerada como “La Joya de la Corona” del perredismo, la elección en la tierra de los Cárdenas es más que simbólica —la izquierda contra la derecha—; y paradójicamente marca el repunte o el derrumbe definitivo de uno de los iconos de ese partido, que desataría los demonios de las culpas y los reproches, por esa ausencia sintomática de Andrés Manuel López Obrador en la campaña de Leonel Godoy.
Las elecciones en Michoacán se han convertido en escenario de la disputa federal entre López Obrador y el Gobierno de la República, recalentada por Nueva Izquierda, la corriente mayoritaria del perredismo así como por el propio candidato Leonel Godoy Rangel y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano al reconocer la figura constitucional del presidente Calderón.
Fuentes internas del PRD reconocen que las declaraciones no son gratuitas. El radicalismo del movimiento lopezobradorista estaba llevando a pique al partido del Sol Azteca y las encuestas hace tres o cuatro meses llegaron a colocar abajo a su candidato frente al aspirante del PAN, Salvador López Orduña. Urgía un acercamiento con el sector privado y los empresarios del estado y un mensaje de institucionalidad.
Esto fue lo que llevó a los estrategas de campaña de Leonel Godoy a eliminar esa fuente de inestabilidad política para el estado. Un Gobierno confrontado con la Federación estaría predestinado a las penurias, el ahorcamiento y la astringencia presupuestal. Luego se sumó Cuauhtémoc Cárdenas, para refrendar su hegemonía en el estado y cerrar el paso a AMLO en su abordaje del PRD para el año 2008.
Curiosamente, un beneficiario directo de la derrota en dicho estado sería el tabasqueño. Le daría la razón en sus argumentos sobre el presunto sinsentido de mantener la negociación con el Gobierno Federal. Esto desataría tal cadena de odios y rencores que le facilitarían el proceso para apoderarse, junto a Marcelo Ebrard y Alejandro Encinas, del PRD.
No hay indicio alguno de que exista una contracampaña desde el lopezobradorismo contra Godoy, pero sí de su ausencia y abandono. Ahora su preocupación fundamental está centrada en demoler el control de Nueva Izquierda sobre la estructura orgánica del PRD. El triunfo en Michoacán consolidaría ese control y marcaría el regreso estelar del cardenismo.
La lógica es simple, pero demoledora. Las últimas declaraciones de Cuauhtémoc Cárdenas frente a la tumba de su padre puntualizan la controversia: “Hay que reconocer la realidad, hay un Gobierno constituido, reconocido por otros gobiernos, que emite decretos, que nombra funcionarios y que toma decisiones, que maneja el presupuesto, que envía iniciativas y que de hecho está reconocido por todos los sectores de la sociedad”.
Esto coloca al “Gobierno Legítimo” fuera de la Ley y hace perder sentido a todo cuanto se haga a través de la Convención Nacional Democrática, que mantiene su oxígeno precisamente en ese desconocimiento a la legitimidad política o legal del Gobierno de Calderón. El lopezobradorismo se encuentra en picada, así lo demuestra la debacle electoral del PRD durante todo el año 2007.
Ex líder nacional del PRD en la época del desafuero de López Obrador y de los penosos “videoescándalos” de Rosario Robles y René Bejarano, ahora Leonel Godoy se encuentra nuevamente en un momento clave de su vida política: ganar la elección del 11 de noviembre y ser el negociador en un proceso de reconciliación interna de ese partido. Sería, en suma, el gobernador más influyente del PRD y del país.
La derrota para el PRD sería la confirmación de la debacle y una victoria más de Felipe Calderón sobre López Obrador. Restaría piso social y fuente de poder a su movimiento. El Gobierno Federal podrá decir que se superó el conflicto poselectoral, que ya no hay crisis y que la izquierda se hundió por sí misma.